Si os hago
esta pregunta ahora, que hace no sé cuántos meses que no hablamos, seguro que
nos tendríamos que sentar durante horas para poder ponernos al día. Aun
habiéndonos llamado alguna vez o habernos enviado mensajes de voz que por la
duración claramente vendrían a responder a esta pregunta.
Aun así, si lo
hiciéramos, si nos sentáramos y nos contáramos todo, con pelos y señales, lo
que hemos hecho desde la última vez que hablamos o nos vimos, y os lo volviera
a preguntar unas semanas más tarde (por supuesto no días después, porque daría
la impresión de que no os estuve escuchando), volveríais a contestarme con una
retahíla de novedades y, si no las tuvierais, me explicaríais qué cosas no han
pasado, o no habéis hecho, qué cosas queríais que pasaran y no lo han hecho y
así hasta una media de 5 o 10 minutos para haceros con una nueva lista de
acontecimientos con tal de responder a una pregunta que, en español, implica,
obliga y casi fuerza, inconscientemente, a dar una explicación.
Había empezado
a caerme bien. Hasta ahora solo nos habíamos visto en la caja del supermercado,
donde si había dos dependientes y él era uno de ellos, yo me ponía en su cola
porque daba gusto verlo sonreír a tooodos los clientes. Recuerdo que un día lo
cambié por un chico con rasgos maorís, atractivo hasta que sonreía, y me sentí
mal. Desde entonces, sin importar a quien tuviera como competencia, siempre le
dejaba pesarme los tomates y decirme: ey, ¿qué tal? ¿cómo va todo?
Un día pregunté
a mis compañeros, porque esa pregunta me descolocaba un poco. Me pasó con el
maorí, con el que me medio asusté-emocioné al pensar que esa pregunta era un
paso que él necesitaba hacer para a la próxima vez pedirme el número de
teléfono. Me pasó con él, al ver que, mientras yo esperaba mi turno en la caja,
había clientes que contestaban con un “bien, gracias”, otros que simplemente
emitían un sonido y un movimiento de cabeza y otros que, bueno, no es que se
sentaran y se hicieran una taza de café para contarle su vida, pero sí que le
daban algún que otro detalle con frases como las que pedimos aquí en los
exámenes “completas con sujeto y verbo conjugado”.
¿Cómo
contestar a una pregunta así? Quizás esta no es la pregunta correcta, porque
creo que entiendo qué significa. La pregunta que me rondaba por la cabeza es
cómo responder a esta pregunta a alguien que no conoces, que apenas ves una vez
a la semana (aunque esto no sería un factor que determinaría cercanía con
alguien) y al que no le regalas más de tres palabras. Es que depende, me dijo
el francés. Depende de cómo te la pregunte. Sí, pero ¿si le contesto y no me
sigue? Si te la hacen es para que tú la contestes como quieras, siguió
argumentando. Tú responde, y ellos dependiendo de cómo contestes, pues ya te
contestan. Terminó
diciendo.
Aun así, yo
aún tenía para más reflexión, porque ¿por qué hacían esa pregunta? ¿Estaban
obligados por la empresa? ¿Por la cultura? ¿Se sentían mal si alguien no les
contestaba? ¿si alguien les contestaba con demasiada información o por el
contrario con poca? Me di cuenta de que todo esto me lo preguntaba porque a lo
mejor en mi cultura esta pregunta obliga a más que aquí y te pone más en un
aprieto; También es verdad que esta pregunta no vendría dada por alguien que
solo se limita a pasarte los yogures por el lector de códigos y decirte si vas
a pagar en efectivo o con tarjeta.
Después de
estar cuatro meses en una habitación delante de un ordenador una media de 15
horas al día, creedme que el eyquétalcómovatodo
era algo que necesitaba más que el café que necesita el australiano por la
mañana.
Me lo encontré
en uno de los pasillos, mientras yo me decidía por almendras o anacardos y él
cruzaba con un carro lleno de bebidas que colocar en el pasillo contiguo. Lo
saludé como quien saluda a un amigo que hace tiempo que no ve, pero su madre
está al lado y no sabe si debe acercarse o no. Mis ojos expresaron un gran
saludo pero mi boca solo pudo decir un “ey” bastante soso. Ya me vale. Él respondió
con una gran sonrisa y ese howareyou
que me sonó a gloria.
Llegué directa
a su caja, sin dudarlo, y tras dejar pasar a un chico que solo llevaba dos
cosas y no quería ver cómo se agobiaba al verme que dedicaba más tiempo a
intentar colocar toda la fruta de forma que no tocara la cinta, le saludé con
una sonrisa un poco más generosa que la primera y él, después de sonreír y
preguntar el esperado eyquétalcómovatodo, yo contestarle con un “muybiengraciasytú”
me dijo si podía mirar mi bolsa. Llevaba una bolsa grande de tela donde pongo
otras bolsas para meter la compra. Me acerqué a la ventanilla de plástico que
habían instalado y le dejé mirar mis bolsas, ambos manteniendo la sonrisa.
En este punto
ya estaba completamente perdida. ¿Qué significa esta pregunta, entonces? Me
dio, como podéis ver, para llegar hasta vosotros con esta gran duda, porque no
hace falta que me digáis que no puedes considerar a un cajero como tu amigo,
pero imagino que, en un pueblo, si el cajero te pregunta y te pregunta, podrías
acabar contándole incluso algún secreto o queja familiar. No sé. Solo estoy
pensando con palabras. Podría ser que, aquí la amistad es un poco esto, ser
capaces de estar bien, hablar y tener ganas de hablar pero al mismo tiempo
poder recriminar cosas sin que ello interfiera en la relación. Este chico
siguió pesándome los tomates con la misma delicadeza de siempre y siguió deseándome
un feliz día. Yo no tanto. A mí me había dolido. Intenté irme sin que se notara
mi confusión y choque cultural y me dio para pensar todo el recorrido de camino
a casa.
Preguntar para
esperar escuchar siempre lo mismo. Todo está bien, gracias. No preguntar y
parecer poco educado, pero si alguien responde con más de lo esperado, sentirse
incómodo y tener la necesidad de no escuchar, mirar o dirigir tu atención a
otra cosa como el móvil o la superficialidad de la siguiente pregunta que vas a
hacer.
Ya me ocurrió
en Ghana, cuando tras mi primer “¿Cómo estás” yo responder todo lo que me había
ocurrido y darme cuenta de que la persona ya se había dado la vuelta. Aquí no
se la dan, quiero pensar, pero no están presentes. Lo están, pero no de la
forma que pide esta pregunta en mi lengua y cultura.
Yo estoy
aprendiendo. Ahora todo está bien. Evito detalles, largas explicaciones o
anécdotas, que tanto nos gustan a los españoles para romper el hielo en una
conversación. Intento no hablar para informar de que estoy presente y que reconozco
la presencia del otro. A veces me cuesta y me veo como a mi padre cuando quiere
hacernos sentir lo mismo, que está ahí y que nos ve, en caso de que lo
necesitemos.
Supongo que
esto tiene efectos como el estar incomunicado, porque interactuar sin expresar
creo que no tiene mucho sentido. Todo está bien. No puedes expresar lo que
sientes. Todo se queda en la superficie. Si expresas más, estás yendo demasiado
lejos.
Así que, para
terminar, hoy, después de tantos meses sin estar por aquí, os quiero preguntar
a la española: ¿Cómo estáis? ¿Cómo va todo?
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