jueves, 30 de enero de 2020

ADIÓS, GHANA


Hola a tod@s,

me disponía a empezar una nueva etapa de mi blog cuando vi que la última vez que escribí fue al terminar el segundo curso en la Universidad de Ghana. Desde entonces, ha llovido mucho.

Mi tercer y último año en Ghana fue muy bonito, aunque no pude hacer todo lo que me habría gustado y dejado para hacer, como siempre a última hora. Si bien creo que tuve menos trabajo en la Universidad, el máster que empecé me ha llevado de cabeza y me ha acaparado prácticamente todo el tiempo libre.

En general fue un año muy bonito, los primeros y los últimos son los años más intensos. Los dos últimos meses vino mi hermano y estuvimos los dos mano a mano con la aventura.
Ahora mismo no sabría cómo o con qué anécdotas resumirlo entero, así que creo que voy a comentar las notas que me dejé pendientes de añadir (puede que sean del año anterior) porque creo que después de llevarlas en mi bolso hasta la fecha y haber viajado hasta donde me encuentro ahora que luego desvelaré, merecen ser contadas:

  • En la Universidad, la nota de acceso para hombres y mujeres para una misma carrera es diferente. Siento no haber investigado más al respecto. Prometo hacerlo en un futuro.
  • A pesar de haber cedido (puede que me costara casi los tres años) a recibir ayuda por parte de los alumnos para que me lleven mis cosas mientras entro o salgo de una clase, cuando conseguían que aceptara sus invitaciones, me hacía gracia verles correr para cogerme el ritmo cuando caminaba. Siempre se quedaban varios pasos atrás. Era gracioso y muchas veces me recordaban a los bebé pato que siguen a su madre como pollos sin cabeza (todo queda en familia).
  • Otras veces, y esto ya me parecía surrealista, algunos alumnos me acercaban en coche donde fuera. Era curioso ver que la profesora no se podía permitir un coche y en cambio ellos iban de edificio a edificio en uno. Yo bromeaba mucho sobre el tema y aprovechaba esos momentos para interactuar con ellos de una forma más cercana y natural.
  • Antes de entrar a una clase (recuerdo que era el edificio de matemáticas y esto pasó yo creo que el segundo año, no el tercero), en el rellano de la entrada pegado a la puerta de mi clase, había un gato pequeño a punto de morirse. Alguien lo había puesto ahí o él solo había decidido ponerse justo en medio de la escalera para ver si alguien le ayudaba. Estaba a punto de morirse pero yo en cuestión de segundos pensé que lo podía salvar y llevármelo a casa. En unos minutos empezó a respirar cada vez más lento y, con un pañuelo, opté por dejarlo debajo de un seto al lado de la puerta. Entré llorando a la clase y me costó arrancar. Mis alumnos, que rápido fue corriendo la voz de lo que había pasado, no entendían ni mi tristeza ni mis lágrimas.
  • Por si fuera poco que el sol a las 5 de la mañana ya estaba fuera, los barrenderos de la residencia se ponían a lavar coches. El problema no era ese; el problema era que se ponían a hablarse entre ellos de un coche a otro y para que eso, debían hablar alto. Como ya aprendí no muy tarde, las conversaciones entre africanos están compuestas de retroalimentaciones entre los dos emisores basadas en la risa, el acuerdo, la broma y el cachondeo. Descubrí que así eran a las 5 de la mañana también. No iban a ser menos.
  • En una clase, ahora mismo no recuerdo de qué, estuve a punto de decir “esto parece África”. En España es normal decirlo y yo me reconozco habiéndola dicho antes de haber estado en ella pero tiene de normal lo que tiene de inmoral.
  • No sé si esta anécdota ya la comenté, porque estoy segura de que es del primer año: un amigo me llamó varias veces y yo estaba durmiendo la siesta. Cuando me desperté vi que me había enviado unas fotos y me levanté de un salto: una serpiente de más de un metro, enorme, gorda, amarilla-verde lima se encontraba dentro de su salón, enrollada en la parte de arriba del palo de las cortinas.
Lo llamé y me dijo que no sabía que hacer, que le había echado agua hirviendo porque había buscado en Internet y decía que había que hacer eso. Al rato vinieron unos jardineros de la Universidad y la sacaron y seguramente la mataron, aunque tengo mis dudas porque la serpiente en África, en general, es un animal con una energía espiritual muy especial.
Cuando colgué, bajé volando a la recepción de la residencia y le dije al chico que había en ese momento mientras le enseñaba la foto: -dime que esto no puede pasar aquí porque si pasa, de un salto aparezco en Kotoka (el aeropuerto). Se rió y me dijo que no me preocupara, que ellos fumigaban todos los meses para que eso no pasara.
La casa de mi amigo estaba a 10 minutos andando de la mía. Ahora cuando cuenta la anécdota más reciente de una serpiente también en la ciudad donde me encuentro ahora, veo que las serpiente, pese a ser mis mayores enemigas, me siguen la pista.
  • Si no tienes niños puede que nunca lo pienses. Yo no tengo pero supongo que será porque pienso mucho o por tener amigas que sí que tenían: Accra no es una ciudad para carricoches. No hay aceras y las pocas que hay, aparte de que puede que no sean constantes y en unos metros desaparezcan, suelen estar en barrios residenciales. Los ghaneses no llevan carros y una de las razones es esta: la ciudad está “preparada” (sería muy cuestionable) para los miles y miles de coches de Uber que han infestado la ciudad. Las mujeres cargan a los niños en la espalda con una tela típica africana para dejar las manos libres que se llenan de bolsas. Cuando entran en el trotro es todo un espáctulo digno de ver: vestidos largos, niño a la espalda y un mínimo de dos bolsas en cada mano que cargan con la misma dignidad que llevan el turbante en la cabeza. Cuando se sientan en el trotro, el niño se queda detrás, aplastado al asiento, por unos minutos, hasta que ella puede dejar las bolsas en el suelo, deshacerse los nudos de la tela que le aprisiona el pecho y darle la vuelta.
  • Cuando oigo que los africanos no trabajan, son lentos, no saben hacer nada, me acuerdo siempre de esta anécdota: cuando hay un agujero en la calle, unos hombres, de forma voluntaria, salen a arreglar el roto con una pala y manos. Cuando un coche pasa, lo paran para que les pague algo por el trabajo que han hecho. Puede ser que alguno no haya hecho nada y se coloque al lado del agujero que ya cubrió otra persona o que nadie haya arreglado el agujero y pretenda para conseguir dinero pero de ser tan creativos como ellos, nosotros sé que haríamos lo mismo. En este sector profesional incluimos los chicos (normalmente jóvenes) que cuando se rompe un semáforo salen a la calle a organizar el caos (casi nunca funciona porque nadie les hace caso) con ramas de árbol.
  • Algo que nunca había visto hacer antes es el vender la fruta/verdura y preguntar al cliente: ¿La quieres para hoy o para mañana? Desde el primer día que empecé a comprar en el mercado de la Universidad estuve respondiendo a esta pregunta todos los días. No me había llamado la atención pero hablando con una compañera me di cuenta que era algo que no había visto o hecho antes. Hay veces que sí que sabes cuándo comerás lo que compras pero muchas otras no. Algo que descubrí es que si compraba algo que no era para ese día y debía esperar unos días para poder comérmelo no había manera de que madurara en casa, sobre todo los aguacates. Esta forma de compra-venta te enseña a comprar solo lo que necesitas comer ese día, aunque puede ocurrir que la tendera no tenga el género maduro y toque cambiar de menú. Hasta que no tuve coche (y esto fue en el tercer año) tampoco podía comprar para muchos días por el peso, aunque conforme fue pasando el tiempo me hice un poco más cómoda y cuando llevaba mucho peso cogía un taxi interno en la Universidad.
  • El mercado me hace recordar a las ventas en las paradas de trotro o en la calle mientras esperas en el semáforo. Seguramente ya haya hablado de esto pero no de las arrugas que se les hacen en la frente a los vendedores del peso que tienen que soportar sus cabezas. Esto me recordaba la frase de mi madre que yo en la raya de mi frente (creada por mi cara de mala leche muchos años y conducir bien temprano sin gafas de sol en Alicante) podía sujetar un libro. Estas personas venden de todo y muchos, sobre todo los que venden en las estaciones de trotro que cuentan con más tiempo de dedicación a sus posibles clientes, usan unas estrategias de márketing que ya querrían tener muchos comerciales occidentales.
  • El fútbol en África, como ya se sabe, es uno de los pilares fundamentales de los jóvenes y de la sociedad en general. El día que había un partido importante y ni hablar de los famosos derbis, la ciudad y seguramente el país se reclutaba en las casas, tiendas donde había una televisión. Las calles daban el aire de un domingo en mi ciudad, donde apenas el aire se digna a pasar. Una tarde, de vuelta de una clase vi a un grupo de chicos jóvenes que habían estado jugando al fútbol y se encontraban recogiendo para volver a sus casas. Me fijé en uno de ellos porque hizo algo diferente al resto: cuando terminó de jugar se quitó las botas de fútbol, las limpió y se las colgó en los hombros. Prefería ir descalzo a que se le estropearan sus botas, seguramente su bien más preciado.
  • No fui muchas veces al Teatro Nacional porque la programación no era muy buena pero recuerdo una vez en la que justo antes de empezar el espectáculo, un hombre entró corriendo en la sala, se situó en el centro a la altura de los espectadores y gritó (para que todos le oyeran) que no estaba permitido hacer fotos con el móvil. Es curioso como usan altavoces para las predicaciones en las iglesias y en la calle y el Teatro Nacional no cuenta con una grabación en la que explique algo tan aparentemente obvio para un centro de exhibición de arte.
  • Algo a lo que nunca me acostumbré fue a ver a gente, sobre todo niños solos, durmiendo en los semáforos por la noche. Era algo que no podía entender. Bueno, entender sí, aceptar, difícil. No era fácil verlos, porque por la noche, a partir de las 23pm los semáforos se apagaban, supongo que para ahorrar luz, lo cual a estos niños les beneficiaba porque pasaban más desapercibidos, si cabe.
  • Lo primero que se le enseña a una hija es a cocinar. Muchas podrán decirte en clase que no les gusta pero lo hacen y lo hacen muy bien. La mayoría disfruta cocinando; también se les ha enseñado a que les guste.
  • Siento que esta sea la última anécdota que creo que voy a contar pero ha sido así en este orden como las he ido recuperando. En un examen oral, uno de los profesores dejó caer a la alumna que la gente que llevaba el tipo de pelo que llevaba ella eran consideradas prostitutas. Sé que muchas de las cosas que decía este “profesional” las decía en mi presencia para ver cómo reaccionaba. También sé que nada se dice sin un sentido y que todo, todo lo que decimos tiene una relación directa con nuestros actos y pensamientos.

Y hasta aquí creo que es momento de cerrar esta etapa africana en el blog para pasar a la siguiente. Seguro que podría estar años y años escribiendo sobre mi experiencia en Ghana y visita a otros países africanos de alrededor pero espero poder hacerlo en un futuro en otro tipo de formato. Hasta ahora puedo resumir estos tres años como unos de los años más importantes en mi vida en las que he sido muy feliz de trabajar con unos alumnos maravillosos y donde he aprendido yo más de ellos que ellos de mí. He conocido a muchas personas y he aprendido mucho de cada una de ellas He tenido la oportunidad de formarme, de organizar conferencias, de realizar proyectos de microteatro con los alumnos, de viajar y de darme cuenta de que necesito bailar para ser feliz.
Ha sido una experiencia muy bonita que aún siento muy dentro. Seguramente nunca se termine de ir de mi memoria.

Hasta siempre, Ghana. Hasta siempre y seguro que nos volveremos a encontrar.





2 comentarios:

Street English with Ben dijo...

Estoy con lágrimas ahora ��. Gracias Ruth por todooooo, de verdad, mil gracias. Nunca te olvidamos

Ruthiki dijo...

Ben...
yo sí que no os olvidaré a vosotros... he aprendido yo de vosotros más que vosotros de mí. Y qué decir de ti: emprendedor nato.

Estamos en contacto.

Mil besos.