Hace
tanto, tanto, tanto que no escribo aquí que ya no sé siquiera si
informé que había llegado el pasado agosto de vuelta a Ghana.
Han
pasado tantas, tantas, tantas cosas que necesitaría volver a
vivirlas para acordarme de todo. Algunas están apuntadas y en algún
momento prometo sacarlas. Lo prometo.
No
tengo excusa, lo sé. Lo único que puedo decir es que el tiempo
desde que he llegado ha pasado muy rápido, no me he dado cuenta de
que ya estamos, al menos aquí, en Navidades. No me he dado cuenta de
nada. Pero no quiero estar mucho rato intentando justificarme porque
seguramente no vuelva a encontrar más tiempo esta semana para volver
a escribir y al menos quiero iros contando cositas poco a poco.
Sé
que el estar aquí ya ha entrado en parte de la normalidad de
vuestras y mi vida y yo ya no cuento y vosotros sabéis que si no
cuento es porque todo va bien y no hay de qué preocuparse.
Me
temo que este año el blog no va a tener orden, de hecho sé que
tengo aún cosas que contar del año pasado, pero no puedo hacer nada
para cambiarlo. Aquí la vida no me deja llevar las cosas con orden
:), o al menos en el orden que conocemos en occidente.
Voy
a contar una experiencia que viví la semana pasada en la Universidad
y que me ha impactado en muchos sentidos.
Desde
que llegué el año pasado había intentado sin éxito ir a las
actividades que el Instituto de Estudios Africanos organiza en la
Universidad. Es un departamento muy activo que siempre tiene en su
programación conferencias, exposiciones, películas,
charlas-coloquio, etc. Por unas cosas o por otras, el año pasado no
pude ir a nada. Sin embargo, la semana pasada tuve la oportunidad de
ir a una de las películas y a la posterior charla sobre ella.
La
película era un documental sobre la vida de Cheikh Anta Diop, un
historiador, antropólogo, físico nuclear y político panafricanista
senegalés que estudió los orígenes de la raza humana y la cultura
africana. La película fue muy interesante, porque me mostró una
visión de la civilización egipcia muy distinta, donde se aseguraba
y comprobaba que los egipcios eran de raza negra. Me impresionó ver
cómo después de estudiar en París y volver a África, los
africanos rechazaban sus estudios y no fue hasta una vez muerto que
no quisieron incluir sus investigaciones en los programas académicos.
Lo
más interesante llegó después de la película, cuando se abrió el
debate. Antes de explicar qué ocurrió debo explicar que ya había
oído hablar de los controvertidos profesores que participaban en
esta serie de actividades, siendo ellos los que llevan una campaña
para eliminar una estatua de Ghandi colocada en la parte trasera de
la biblioteca principal, uno de los edificios más emblemáticos de
la Universidad, por considerar a este personaje histórico una
persona racista que luchó contra los derechos humanos de los negros
en Sudáfrica, entre otras cosas que tengo pendiente investigar.
También
sabía de sus ideas panafricanas
que intentan conservar la cultura y la tradición africana por encima
de todo. Había oído cosas de ellos, pero no puedes saber
exactamente el alcance de algo hasta que no lo experimentas.
La
película fue bastante interesante, aunque hubo conceptos que se me
escaparon, pero en general fue para mí una perspectiva nueva y
diferente en la que no me había parado a pensar. El origen de la
civilización venía de una raza negra. Me gustó el enfoque, me
gustó ver a un Senegal que estaba pensando visitar justo en ese
momento y me gustó ver que podía entender la mayorías de las cosas
que se decían en francés.
El
debate comenzó después de un aplauso de grupo efusivo. Tras algunos
comentarios hacia la película o dudas que les habían surgido a los
espectadores, el tono y contenido del debate cambió, para mí de
forma repentina, pero no para los espectadores, acostumbrados yo creo
a terminar llevando cualquier tipo de debate en el que se encuentren
por los mismos derroteros por los que nos empezábamos a adentrar.
Frases
como “la raza negra es la raza suprema”, “la mejor”, “todo
aquel que no sea negro en África es un invasor”, “la mayoría de
los inventos otorgados a inventores blancos fueron creados por los
negros”. Quizás un dato importante para que podáis entender mejor
mi situación es que yo era la única blanca en la sala. En
principio, esta programación entra dentro de las actividades
organizadas dentro de la Universidad, en un departamento de la misma
y todos los profesores recibimos el mismo correo de invitación para
poder asistir; es una actividad abierta al público, de hecho, creo
que es el acto más bonito que podían hacer, aunque luego no
resultara ese su deseo.
Conforme
iba avanzando el debate que intentaba erradicar a la raza blanca de
todas partes, yo empecé a sentir algo que no había sentido antes:
me estaba sintiendo discriminada por mi color de piel. A veces
hablaban en su propio idioma y no traducían, cosa que no vi tampoco
mal porque sé que es mi deber aprender el idioma local y ellos
tienen todo el derecho a usarlo.
“El
colonialismo nos ha dejado esta situación”, “los blancos son los
que nos controlan”. Desde que llegué, es aquí donde he oído más
la diferenciación entre colores de piel, “los blancos y los
negros”, en inglés quizá suene mejor “white and black people”,
o a lo mejor es que ya me he acostumbrado. Yo intento no decirlo, no
me gusta. No creo que sea una característica por la que haya que
diferenciar a alguien, sobre todo cuando la diferenciación que se
quiere hacer es para poner uno encima del otro, aunque sea al negro
por encima del blanco.
Quizá
están en su derecho de usar este tipo de estrategia, de rebelarse de
esta forma después de tantos siglos de opresión, esclavitud y
discriminación. Quizá sería la mejor opción, la de eliminar todo
ejemplo de cultura occidental en África y vivir conforme a su
cultura africana, siguiendo únicamente sus tradiciones, manteniendo
vivas sus lenguas locales y siendo autosuficiente con una economía
interna y nacional que promueva exclusivamente los productos y
servicios locales y nacionales.
La
idea de base me gusta, la apoyo: África no puede perder su
identidad, no puede desaparecer siguiendo los nuevos modelos y
paradigmas. Lo que me parece a mí es que esos nuevos modelos,
aparentemente impulsados y traídos aquí por los occidentales (me
niego a decir un color de nuevo), no son traídos por tales, sino por
algo que mueve al ser humano hoy en día, sea del color que sea,
venga de donde venga: el dinero. El dinero es lo que determina si
alguien es inmigrante o no, el que da un prestigio a una persona y no
el color. NO EL COLOR.
Me
quedé todo el debate, no hice ademán de irme, ni siquiera de estar
molesta con las cosas que estaba escuchando. No me considero blanca o
negra, no soy una persona que vino a África hace siglos a lucrarme
con la esclavitud. No he venido a colonizar a nadie. No he venido a
hacer cambiar a nadie de opinión ante nada.
De
forma igualmente natural, el debate, como creo que termina ocurriendo
siempre no importa cuál sea la película que emiten, continuó
hablando de la religión cristiana, algo que por supuesto han traído
los occidentales y hay que erradicar cuanto antes. Tienen mucha
razón: la religión cristiana no es intrínseca de la cultura
africana, no es parte de su naturaleza más innata y sería ideal,
bonito e idílico que África pudiera vivir de acuerdo a sus
religiones más espirituales basadas en sus ancestros y tan
conectadas a la naturaleza y al Universo, donde creo personalmente
reside en verdadero Dios que mueve y rige la energía que hace que
todo sea posible.
Sin
embargo, lo que no deberíamos hacer nadie, por mucho que no nos
gusten las religiones, es obviar la historia y el pasado. ¿Cómo
borrar de la memoria del africano los años en los que ha sido
colonizado y enseñado a pensar de acuerdo a una religión que no es
la suya? ¿Cómo enseñarle una forma nueva de pensar que no es más
que la anterior a la que tenía antes de ser lo que es ahora? ¿Cómo
eliminar a alguien su identidad actual? ¿Acaso hay que hacerlo? Y si
ese fuera el caso ¿quiénes somos nosotros para hacerlo? ¿Quiénes
somos ellos o yo para hacerlo?
La
mayoría de los que lideran este grupo son personas que, o han nacido
en los Estados Unidos, o se han formado allí y han vuelto a sus
orígenes con unos ideales muy bonitos y que ojalá se pudieran
poner en práctica: conseguir un África unida sin contaminación
exterior, independiente de toda ayuda extranjera y segura de sí
misma, porque África es un continente rico y con mucho potencial que
no tendría por qué vivir de lo que llega de fuera, a pesar de lo
que se quiere vender tanto desde dentro como fuera del país.
¿Cuál
es la manera de poder enseñar estas ideas? ¿Cómo podemos llegar a
este entendimiento por parte de todos? Por supuesto que no voy a dar
consejos ni ideas ni maneras de hacerlo. No soy nadie para hacerlo.
Es más, nadie es nadie para decirle a nadie cómo hacer algo, sea lo
que sea. Cada uno es el resultado de sus circunstancias y eso no
podemos saltárnoslo a la torera. El 75% de la población ghanesa es
cristiana y nos guste más o menos, aparte de que los gustos son algo
subjetivo, es un hecho y no lo podemos eliminar de la historia, no
podemos no pensar en ello a la hora de intentar enseñar otro tipo de
visión.
Me
considero una persona atea, muy muy muy atea, si ser ateo significa
no creer en la existencia de un Dios que existe dependiendo de una
religión. Mi deseo es que no hubiera religiones, religiones
entendidas como las entendemos ahora, definiciones que lo único que
hacen es separar en lugar de unir, de clasificar en lugar de mezclar,
de juzgar en lugar de respetar.
Mientras
estaba sentada en la sala y escuchaba cómo había personas que se
reían cuando una persona afirmaba ser cristiano y sentirse bien por
ello o cuando los interrumpían y no los dejaban terminar de hablar
cuando intentaban explicar las cosas buenas que la religión
cristiana les aportaba, pensaba: ¿es esta la manera de enseñarle a
alguien otra visión distinta de la que tiene? ¿no es justo que las
personas hablen sin importar si lo que van a decir va a en contra de
nuestros pensamientos? ¿No es ahí, cuando dejamos que el otro hable
y escuchamos sin juzgar, donde empieza el respeto y se crea el único
espacio para la transformación?
No
todo el mundo ha tenido la suerte (según cómo se mire, hay que
decirlo) de nacer en otro país, de formarse en otro contexto, bajo
otras condiciones y crear una visión distinta a la que encuentras
cuando llegas a tu país de origen, en el que por muy tuyo que sea,
no te has criado en él, no has vivido el mismo contexto, la misma
educación, la misma historia genética. Y como he dicho antes,
suerte o no suerte, siempre será algo subjetivo.
Nadie
tenemos la verdad absoluta, nadie. Ni los católicos, ni los
musulmanes, ni los ateos ni los cristianos. Lo único que está en
nuestras manos es acercarnos a la verdad de cada uno con respeto y
sin juicios. Para que podamos ver un cambio, sea cual sea,
necesitamos abrirnos al que es diferente. Sería muy bonito y creo
que indicaría que el cambio se está produciendo, por supuesto en
ambos sentidos, ver en la sala más gente occidental, ver que sin
importar quién hable, todos reciben el mismo respeto. Pero entiendo
la situación, entiendo el dolor y la rabia, entiendo la forma de
exigir el cambio. La entiendo y la respeto. Por eso me quedé hasta
el final. Por eso participé en la foto final que hacen, aun llamando
a levantar para la posteridad los “puños negros hacia arriba”.
Yo levanté el mío, pero por respeto, en cuanto escuché la palabra
“negro” lo bajé y en la foto soy la única que aparece con la
mano movida. No gano nada enfadándome, ni no haciéndolo, ni no
yendo a estos encuentros de discusión. Los cambios pueden realizarse
desde el acercamiento, no desde el rechazo y la venganza.
A la
salida, unos estudiantes, no míos, se acercaron y me pidieron perdón
por si me había sentido discriminada en algún momento. No hay nada
que perdonar. Para poder entender a alguien hay que sentir cómo se
siente la otra persona, ponerse en su piel y ellos me lo hicieron
sentir. Desde el respeto, puedo entender esa rabia y dolor que
sienten y esa forma de actuar contra el que le ha agredido durante
muchos siglos.
No
sé cuál es la solución. Creo que la clave es ser consciente de que
cada persona aplica una solución según sus circunstancias. No hay
un único camino. Mi respeto es fruto de todo un aprendizaje largo y
no fácil, consecuencia de mis experiencias y aprendizajes. No soy
nadie para imponérselo a nadie. Lo único que puedo hacer es
llevarlo a cabo, respetando al otro aunque el otro no lo haga, no lo
pueda o no lo quiera hacer.
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