lunes, 27 de noviembre de 2017

EN LA PIEL DEL OTRO

Hace tanto, tanto, tanto que no escribo aquí que ya no sé siquiera si informé que había llegado el pasado agosto de vuelta a Ghana.

Han pasado tantas, tantas, tantas cosas que necesitaría volver a vivirlas para acordarme de todo. Algunas están apuntadas y en algún momento prometo sacarlas. Lo prometo.

No tengo excusa, lo sé. Lo único que puedo decir es que el tiempo desde que he llegado ha pasado muy rápido, no me he dado cuenta de que ya estamos, al menos aquí, en Navidades. No me he dado cuenta de nada. Pero no quiero estar mucho rato intentando justificarme porque seguramente no vuelva a encontrar más tiempo esta semana para volver a escribir y al menos quiero iros contando cositas poco a poco.

Sé que el estar aquí ya ha entrado en parte de la normalidad de vuestras y mi vida y yo ya no cuento y vosotros sabéis que si no cuento es porque todo va bien y no hay de qué preocuparse.

Me temo que este año el blog no va a tener orden, de hecho sé que tengo aún cosas que contar del año pasado, pero no puedo hacer nada para cambiarlo. Aquí la vida no me deja llevar las cosas con orden :), o al menos en el orden que conocemos en occidente.

Voy a contar una experiencia que viví la semana pasada en la Universidad y que me ha impactado en muchos sentidos.

Desde que llegué el año pasado había intentado sin éxito ir a las actividades que el Instituto de Estudios Africanos organiza en la Universidad. Es un departamento muy activo que siempre tiene en su programación conferencias, exposiciones, películas, charlas-coloquio, etc. Por unas cosas o por otras, el año pasado no pude ir a nada. Sin embargo, la semana pasada tuve la oportunidad de ir a una de las películas y a la posterior charla sobre ella.

La película era un documental sobre la vida de Cheikh Anta Diop, un historiador, antropólogo, físico nuclear y político panafricanista senegalés que estudió los orígenes de la raza humana y la cultura africana. La película fue muy interesante, porque me mostró una visión de la civilización egipcia muy distinta, donde se aseguraba y comprobaba que los egipcios eran de raza negra. Me impresionó ver cómo después de estudiar en París y volver a África, los africanos rechazaban sus estudios y no fue hasta una vez muerto que no quisieron incluir sus investigaciones en los programas académicos.

Lo más interesante llegó después de la película, cuando se abrió el debate. Antes de explicar qué ocurrió debo explicar que ya había oído hablar de los controvertidos profesores que participaban en esta serie de actividades, siendo ellos los que llevan una campaña para eliminar una estatua de Ghandi colocada en la parte trasera de la biblioteca principal, uno de los edificios más emblemáticos de la Universidad, por considerar a este personaje histórico una persona racista que luchó contra los derechos humanos de los negros en Sudáfrica, entre otras cosas que tengo pendiente investigar.

También sabía de sus ideas panafricanas que intentan conservar la cultura y la tradición africana por encima de todo. Había oído cosas de ellos, pero no puedes saber exactamente el alcance de algo hasta que no lo experimentas.

La película fue bastante interesante, aunque hubo conceptos que se me escaparon, pero en general fue para mí una perspectiva nueva y diferente en la que no me había parado a pensar. El origen de la civilización venía de una raza negra. Me gustó el enfoque, me gustó ver a un Senegal que estaba pensando visitar justo en ese momento y me gustó ver que podía entender la mayorías de las cosas que se decían en francés.

El debate comenzó después de un aplauso de grupo efusivo. Tras algunos comentarios hacia la película o dudas que les habían surgido a los espectadores, el tono y contenido del debate cambió, para mí de forma repentina, pero no para los espectadores, acostumbrados yo creo a terminar llevando cualquier tipo de debate en el que se encuentren por los mismos derroteros por los que nos empezábamos a adentrar.

Frases como “la raza negra es la raza suprema”, “la mejor”, “todo aquel que no sea negro en África es un invasor”, “la mayoría de los inventos otorgados a inventores blancos fueron creados por los negros”. Quizás un dato importante para que podáis entender mejor mi situación es que yo era la única blanca en la sala. En principio, esta programación entra dentro de las actividades organizadas dentro de la Universidad, en un departamento de la misma y todos los profesores recibimos el mismo correo de invitación para poder asistir; es una actividad abierta al público, de hecho, creo que es el acto más bonito que podían hacer, aunque luego no resultara ese su deseo.

Conforme iba avanzando el debate que intentaba erradicar a la raza blanca de todas partes, yo empecé a sentir algo que no había sentido antes: me estaba sintiendo discriminada por mi color de piel. A veces hablaban en su propio idioma y no traducían, cosa que no vi tampoco mal porque sé que es mi deber aprender el idioma local y ellos tienen todo el derecho a usarlo.

“El colonialismo nos ha dejado esta situación”, “los blancos son los que nos controlan”. Desde que llegué, es aquí donde he oído más la diferenciación entre colores de piel, “los blancos y los negros”, en inglés quizá suene mejor “white and black people”, o a lo mejor es que ya me he acostumbrado. Yo intento no decirlo, no me gusta. No creo que sea una característica por la que haya que diferenciar a alguien, sobre todo cuando la diferenciación que se quiere hacer es para poner uno encima del otro, aunque sea al negro por encima del blanco.

Quizá están en su derecho de usar este tipo de estrategia, de rebelarse de esta forma después de tantos siglos de opresión, esclavitud y discriminación. Quizá sería la mejor opción, la de eliminar todo ejemplo de cultura occidental en África y vivir conforme a su cultura africana, siguiendo únicamente sus tradiciones, manteniendo vivas sus lenguas locales y siendo autosuficiente con una economía interna y nacional que promueva exclusivamente los productos y servicios locales y nacionales.

La idea de base me gusta, la apoyo: África no puede perder su identidad, no puede desaparecer siguiendo los nuevos modelos y paradigmas. Lo que me parece a mí es que esos nuevos modelos, aparentemente impulsados y traídos aquí por los occidentales (me niego a decir un color de nuevo), no son traídos por tales, sino por algo que mueve al ser humano hoy en día, sea del color que sea, venga de donde venga: el dinero. El dinero es lo que determina si alguien es inmigrante o no, el que da un prestigio a una persona y no el color. NO EL COLOR.

Me quedé todo el debate, no hice ademán de irme, ni siquiera de estar molesta con las cosas que estaba escuchando. No me considero blanca o negra, no soy una persona que vino a África hace siglos a lucrarme con la esclavitud. No he venido a colonizar a nadie. No he venido a hacer cambiar a nadie de opinión ante nada.

De forma igualmente natural, el debate, como creo que termina ocurriendo siempre no importa cuál sea la película que emiten, continuó hablando de la religión cristiana, algo que por supuesto han traído los occidentales y hay que erradicar cuanto antes. Tienen mucha razón: la religión cristiana no es intrínseca de la cultura africana, no es parte de su naturaleza más innata y sería ideal, bonito e idílico que África pudiera vivir de acuerdo a sus religiones más espirituales basadas en sus ancestros y tan conectadas a la naturaleza y al Universo, donde creo personalmente reside en verdadero Dios que mueve y rige la energía que hace que todo sea posible.

Sin embargo, lo que no deberíamos hacer nadie, por mucho que no nos gusten las religiones, es obviar la historia y el pasado. ¿Cómo borrar de la memoria del africano los años en los que ha sido colonizado y enseñado a pensar de acuerdo a una religión que no es la suya? ¿Cómo enseñarle una forma nueva de pensar que no es más que la anterior a la que tenía antes de ser lo que es ahora? ¿Cómo eliminar a alguien su identidad actual? ¿Acaso hay que hacerlo? Y si ese fuera el caso ¿quiénes somos nosotros para hacerlo? ¿Quiénes somos ellos o yo para hacerlo?

La mayoría de los que lideran este grupo son personas que, o han nacido en los Estados Unidos, o se han formado allí y han vuelto a sus orígenes con unos ideales muy bonitos y que ojalá se pudieran poner en práctica: conseguir un África unida sin contaminación exterior, independiente de toda ayuda extranjera y segura de sí misma, porque África es un continente rico y con mucho potencial que no tendría por qué vivir de lo que llega de fuera, a pesar de lo que se quiere vender tanto desde dentro como fuera del país.

¿Cuál es la manera de poder enseñar estas ideas? ¿Cómo podemos llegar a este entendimiento por parte de todos? Por supuesto que no voy a dar consejos ni ideas ni maneras de hacerlo. No soy nadie para hacerlo. Es más, nadie es nadie para decirle a nadie cómo hacer algo, sea lo que sea. Cada uno es el resultado de sus circunstancias y eso no podemos saltárnoslo a la torera. El 75% de la población ghanesa es cristiana y nos guste más o menos, aparte de que los gustos son algo subjetivo, es un hecho y no lo podemos eliminar de la historia, no podemos no pensar en ello a la hora de intentar enseñar otro tipo de visión.

Me considero una persona atea, muy muy muy atea, si ser ateo significa no creer en la existencia de un Dios que existe dependiendo de una religión. Mi deseo es que no hubiera religiones, religiones entendidas como las entendemos ahora, definiciones que lo único que hacen es separar en lugar de unir, de clasificar en lugar de mezclar, de juzgar en lugar de respetar.

Mientras estaba sentada en la sala y escuchaba cómo había personas que se reían cuando una persona afirmaba ser cristiano y sentirse bien por ello o cuando los interrumpían y no los dejaban terminar de hablar cuando intentaban explicar las cosas buenas que la religión cristiana les aportaba, pensaba: ¿es esta la manera de enseñarle a alguien otra visión distinta de la que tiene? ¿no es justo que las personas hablen sin importar si lo que van a decir va a en contra de nuestros pensamientos? ¿No es ahí, cuando dejamos que el otro hable y escuchamos sin juzgar, donde empieza el respeto y se crea el único espacio para la transformación?

No todo el mundo ha tenido la suerte (según cómo se mire, hay que decirlo) de nacer en otro país, de formarse en otro contexto, bajo otras condiciones y crear una visión distinta a la que encuentras cuando llegas a tu país de origen, en el que por muy tuyo que sea, no te has criado en él, no has vivido el mismo contexto, la misma educación, la misma historia genética. Y como he dicho antes, suerte o no suerte, siempre será algo subjetivo.

Nadie tenemos la verdad absoluta, nadie. Ni los católicos, ni los musulmanes, ni los ateos ni los cristianos. Lo único que está en nuestras manos es acercarnos a la verdad de cada uno con respeto y sin juicios. Para que podamos ver un cambio, sea cual sea, necesitamos abrirnos al que es diferente. Sería muy bonito y creo que indicaría que el cambio se está produciendo, por supuesto en ambos sentidos, ver en la sala más gente occidental, ver que sin importar quién hable, todos reciben el mismo respeto. Pero entiendo la situación, entiendo el dolor y la rabia, entiendo la forma de exigir el cambio. La entiendo y la respeto. Por eso me quedé hasta el final. Por eso participé en la foto final que hacen, aun llamando a levantar para la posteridad los “puños negros hacia arriba”. Yo levanté el mío, pero por respeto, en cuanto escuché la palabra “negro” lo bajé y en la foto soy la única que aparece con la mano movida. No gano nada enfadándome, ni no haciéndolo, ni no yendo a estos encuentros de discusión. Los cambios pueden realizarse desde el acercamiento, no desde el rechazo y la venganza.

A la salida, unos estudiantes, no míos, se acercaron y me pidieron perdón por si me había sentido discriminada en algún momento. No hay nada que perdonar. Para poder entender a alguien hay que sentir cómo se siente la otra persona, ponerse en su piel y ellos me lo hicieron sentir. Desde el respeto, puedo entender esa rabia y dolor que sienten y esa forma de actuar contra el que le ha agredido durante muchos siglos.

No sé cuál es la solución. Creo que la clave es ser consciente de que cada persona aplica una solución según sus circunstancias. No hay un único camino. Mi respeto es fruto de todo un aprendizaje largo y no fácil, consecuencia de mis experiencias y aprendizajes. No soy nadie para imponérselo a nadie. Lo único que puedo hacer es llevarlo a cabo, respetando al otro aunque el otro no lo haga, no lo pueda o no lo quiera hacer.



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