Ahí van mis breves y rápidas reflexiones nada más verlo:
Será por eso que aquí, no sé por cuánto tiempo, todavía sientes esa
unión con la humanidad cuando vas por la calle, de camino a cualquier sitio, y
la gente te sonríe, te saluda, te pregunta cómo estás, adónde vas, cómo te
llamas. Aquí, por muy dura que sea la vida, el día a día todavía huele a humanidad.
De ahí que el extranjero se sienta tan halagado con tanta atención y
señales de afecto.
El sábado, sin ir más lejos, vi a un hombre extranjero
llenándose el corazón de miradas y sonrisas de la gente que se iba cruzando a
su paso. Tenemos corazones vacíos que deambulan por la calle en busca de amor.
Es aquí, en el origen de todo, donde aún se pueden encontrar esas pinceladas de
aliento en un semáforo, un mercado, un "hola" o una sonrisa.
Los
jóvenes empiezan a indagar en las redes sociales y a mí ya me han dicho
"no me gusta estar solo, por eso entro todos los días, por eso miro qué
hace la gente". La soledad es algo universal, necesaria; todos, como seres
humanos unidos a la supervivencia, preferimos ponerle remedio a aprender a
amarla y aceptarla como un estado más del ser humano que nos permite ser
conscientes de nosotros y de nuestra esencia. Nos aterra el silencio y la
soledad porque abre paso a la voz de nuestra alma, tan necesaria como el
oxígeno que respiramos.
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