jueves, 5 de enero de 2017

VISITA EXPRÉS A TOGO

La Embajada española en Accra, que también gestiona Togo, subvencionó un proyecto de danza contemporánea de una chica española en Togo, así que me escapé el fin de semana del 16-18 de diciembre y aproveché para visitar a la familia de mi nueva amiga Queen, de Togo. Salimos las dos juntas en trotro desde Accra. En tres horas si no hay tráfico estás en la frontera.



Atención a cómo está sujeta la puerta del taxi que cogimos en la frontera para entrar al país.



Me hizo gracia cómo se anuncian la venta y alquiler de inmuebles. 

Lomé me pareció a primera vista más pobre que Accra, más humilde, más pueblo. 



Me impactó esta tercera persona sentada encima del cambio de marchas.


Apenas hay asfalto y sin darte cuenta, la moto que te lleva de un sitio a otro porque no hay transporte público, se mete en un camino de arena y agujeros que te obliga a mirar hacia adelante y decir, "no tiene por qué pasar nada, somos 500 motos más haciendo lo mismo". 


Una gasolinera.




Otra gasolinera.


Aïda y las baiilarinas elegidas para participar en el proyecto de danza "ELLA POEMA", subvencionado por la Embajada. Fue un placer poder disfrutar de uno de los ensayos y tardes de creación. 




Aquí tenemos un centro de belleza. 


Los vecinos de la familia de mi amiga, que poco a poco se fueron metiendo en casa con vergüenza porque estaba yo, pero tardaron minutos en empezar a sonreír y pegarse a la cámara.


Me comentaron que hay mucha diferencia entre un país que ha sido por colonizado por franceses y otro que lo ha sido por los ingleses. A mí no me dio tiempo a averiguar mucho pero si hubo algo que me llamó la atención es que todos, todos, sin excepción, pasan el día riéndose. No importa de lo que estén hablando, empieza uno a decir algo, otro ríe, el otro dice otra cosa y se ríe otro. No dejan tiempo al silencio o al mal humor. Pasaban horas y se olvidaban que yo estaba con ellos Entre ellos no suelen hablar francés y durante horas ellos se sentían cómodos hablando su idioma local. Hubo cosas que por gestos o estrujamiento de cerebro entendía pero en general sólo veía a una familia feliz, hablando de todo y riéndose por nada.




Una de las alegrías de la casa. Con dos semanas de vida, está pequeña era todo pelo. Me encantó la naturalidad con la que llevan la crianza, la facilidad con la que te la dejan para poder aprovechar y hacer cosas de la casa. 



Me enamoré de la forma que tienen de lavarlos. Los dos cubos de la izquierda tienen agua fría y caliente y una vez mezcladas, va cayendo en el barreño de debajo de las piernas de la mami. 





De este pequeño me enamoré a primera vista.


Fue una visita muy breve pero muy intensa. Dormimos toda la familia junta en dos habitaciones, en el suelo, sin ventilador y con una moto a mis pies que desprendía tal olor a gasolinera que apenas dormí. Estuve con ellos en casa, sentada en la calle con los vecinos que entraban y salían en casa sin avisar y gritando y riéndose sin parar; paseé con el pequeño por el barrio presumiendo a los vecinos de que era mi hijo, a pesar de que decían que era muy negro para ser mío y yo contestar que el padre era muy muy negro y por eso no había salido mulato; quedé a cenar con Aïda, que me contó con más detalle el proyecto.
Tuve que volver antes de tiempo porque me avisaron de que  tenía que corregir los exámenes antes de irme.

Prometí volver a visitarlos. Ya echo de menos esas sonrisas.

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