Ya
conocía la sensación de volver a casa después del trabajo por ejemplo y saber
que hay alguien esperando; cuando terminas de hacer todo lo que tienes que
hacer por la calle, como si de un imán se tratara, caminas más rápido de la
cuenta hacia casa y tienes un sentimiento de alegría y nervios que sólo se
puede comparar a cuando tienes una primera cita. Esas ganas de ver a alguien y
encontrarlo en tu hogar, esperando a que llegues. Si encima esa sensación la
tienes en un país extranjero donde apenas has empezado a tener hogar, como ya
viví en Kazajstán y ahora aquí, sientes una felicidad que no tiene precio.
La
hermana de mi amiga Cristina de Barcelona vino a Accra pocos días antes que yo
para hacer un voluntario. La última semana antes de marcharse de vuelta a
España vino a casa a pasarla conmigo en el campus. Lo viví con mucha
naturalidad, como si tener visita aquí fuera algo normal pero cuando se fue, ya
nada más darme la vuelta cuando nos despedimos en el aeropuerto, sentí el vacío
que siente un niño cuando después de jugar con su muñeco preferido se lo
arrancan sin dar explicaciones. La acompañé al aeropuerto, como si yo fuera una
local, y el camino de vuelta a casa se hizo extraño pues aunque sólo estuvo una
semana, yo aquí sólo llevaba tres y ese tiempo suponía mucho. Cambiábamos de
mes en unos días, y parecía que yo también cambiaba con él, cambio de etapa,
volvía a empezar en Accra de nuevo, sola.
En
seguida intenté alegrarme, porque no hay nada más bonito que sentir que echas
de menos a alguien. Nunca podré ver ese sentimiento como algo negativo; todo lo
contrario. Si echas de menos a alguien es porque ha formado parte de tu vida y
eso se convierte en un lujo. Además, si encima echas de menos a alguien que ha vivido
contigo una experiencia como ésta, pues más aún.
He
podido conocer un poco el mundo del voluntariado, ir a ver algunos de los
proyectos en los que ha participado Laura y he conocido otra parte de la
ciudad, mucho más humilde. Hemos pasado unos días muy divertidos, llenos de
anécdotas. Como siempre digo, las casualidades no existen. No ha sido al azar
que la hermana de una amiga que conocí hace diez años en Hamburgo fuera a parar
a la misma parte de África que yo. Este encuentro seguro que tenía un sentido.
Nosotras lo hemos vivido así J.
No hay comentarios:
Publicar un comentario