viernes, 6 de marzo de 2009

Cronica de un chico que estuvo en Shymkent

Hola chicos,

me pasaron una cronica de un chico, amigo de David, que escribio sobre Shymkent cuando estuvo por aqui. Me lo pasaron en pdf y he conseguido copiar el texto pero no se como copiar las fotos... Si lo consigo os las paso pero el texto es tan descriptivo que a veces no hacen falta :)

Espero que lo disfruteis porque no tiene desperdicio y espero que el autor no se moleste porque lo cuelgue aqui. Si es asi, solo tiene que decirmelo y lo quito sin en seguida.

Muchos besos y ahi va eso:


Allende las llanuras de Eurasia, hay una tierra llena de historias y personajes legendarios... Shymkent

Crónica de un viaje por la Fuenlabrada de Asia central

Es curioso como funciona la memoria. Hay cosas que me resulta imposible recordar, pero hay otras, que sin razón aparente, recuerdo perfectamente. Muchas de ellas tan absurdas como un artículo en la revista Muy Interesante de hace mil años que decía que la mejor forma para evitar coincidir con un tipo con una bomba en un avión era simplemente viajar uno mismo con una bomba, porque entonces la probabilidad de que se diera tal coincidencia era prácticamente nula. Lo que no recuerdo muy bien es
si era un relleno tonto de la revista o simplemente un sesudo argumento contra la cientificidad de las leyes de la probabilidad. En fin este largo preámbulo me sirve un poco para justificar porqué en nuestro viaje a Shymkent decidimos que la mejor forma de hacerlo era bien surtidos de cerveza, luego lo entenderéis.

El fin de semana pasado me fui con Alex (Iskander) a descubrir Shymkent, la que por aquí llaman la “Texas de Kazajstán” y los españoles, con mayor criterio, “la Fuenlabrada de Asia central”. Para las distancias de Kazajstán, Shymkent está al lado de Almaty porque sólo son unos 700 kilómetros y en apenas 15 horas de tren te plantas allí ;-)

En nuestro acelerado proceso de rusificación cultural decidimos viajar en plastkard , la tercera clase en el tren. Consiste en un vagón lleno de literas en el que no hay compartimientos y se hace más o menos vida en común. El mayor riesgo, y que se produce, por lo visto, con mucha frecuencia, es coincidir con un grupo de borrachos y por eso me vino a la cabeza el argumento absurdo del Muy Interesante como antídoto, aunque realmente fue por la tozudez de Alex que prácticamente amenazaba con no viajar si no lo hacíamos surtidos de cerveza (Starij mielni y Baltika 3).

Salimos el viernes con bastante suerte, y digo suerte porque a pesar de haber quedado dos horas antes de la salida del tren llegamos apenas dos minutos antes de que saliera y aquí, los trenes, se ponen a andar sin más y si no has subido, pues simplemente da svidanya . Y os preguntaréis ¿qué hicieron estos dos subnormales tanto rato?¿tanto se tarda en comprar cerveza? Pues realmente casi no llegamos por el tráfico absurdo de Almaty. Hace poco alguien me comentó que en Almaty se matriculan quinientos nuevos coches no recuerdo si cada día o cada semana, pero en cualquier caso muchos y cada mes se nota más tráfico. Tanto, que tardamos cuarenta y cinco minutos en recorrer 500 metros!!! Normalmente en llegar a la estación hubiéramos tardado quince o veinte minutos, pero con el pedazo de atasco a diez minutos de la salida del tren seguíamos lejos de la estación. Los nervios empezaban a aflorar, así que optamos por la desesperada... salir corriendo entre los coches!!!

Empezamos a correr como posesos, con las mochilas, cargados con la cervezas, las lepyoshkas y bien abrigaditos (gorro, guantes y bufandas incluidas). Después de cinco minutos en los que casi palmamos; llegamos a la calle que lleva a la estación, que sabíamos que estaba ahí cerca, pero no podíamos verla por culpa de la niebla. En esa calle no había tráfico, lo que demuestra que la ley de Murphy es la verdadera ley de la probabilidad, así que desesperados a parar otro taxi. Nos paró un kazajo joven con su BMW y, realmente hicimos nuestra buena obra del día, porque el tío fue inmensamente feliz con nuestra sugerencia/exigencia de “bistra bratan!!!” (deprisa hermano!). Así que hicimos el último kilómetro en unos 20 o 30 segundos, parada en un semáforo incluida (y fue por sugerencia nuestra).

Pero lo peor... estaba por llegar!!! En cada vagón de los trenes kazajos viaja una supuesta “azafata”, aunque realmente, tanto por carácter como por su labor. se parecen más al sargento de la chaqueta metálica; y en ningún caso te deja subir en un vagón diferente al tuyo. La ley de Murphy es implacable así que nuestro vagón estaba exactamente al final del tren y nosotros estábamos a la altura de lalocomotora. Esta última carrera por el tren interminable realmente nos mató. Mientras corríamos exhaustos nos íbamos cagando a partes iguales en la largura del tren, en las y los sargentos que no nos dejaban subirnos en ningún vagón y en el hielo y las trampas que había por el andén (alcantarillas sin trampilla incluidas). Finalmente y, a pesar de que los dos tuvimos muy serias dudas, conseguimos subir al tren!!! Aunque estuvimos unos diez o quince minutos recuperándonos, desfallecidos y empapados en sudor... Estábamos tan hechos polvo que tardamos un buen rato en poder reírnos de nuestra gesta titánica para llegar. Lo peor fue sin duda correr al lado del tren, con las sargentos impasibles en las escalerillas de cada vagón...

Ah! Se me ha olvidado deciros, Alex es el nuevo becario del ICEX en Almaty. Y que queréis que os diga, ser becario del ICEX (Instituto de Comercio Exterior) es algo diferente a ser becario de la AECI (Agencia Española de Cooperación Internacional) como yo. Es algo que marca, como a mí lo de haber nacido en Barcelona. Así por ejemplo, mientras yo me quedé en un simplón “el puto tren es largo de cojones”, Alex consideró que siendo un tren de 18 o 20 vagones y teniendo en cuenta que cada uno de ellos tiene una longitud de unos 20 metros habíamos tenido que hacer un sprint final de unos 350 o 400 metros... pero no os vayáis a creer, eh? que es un tío muy majete y se ha adaptado sorprendentemente rápido y bien. Y, sobre todo, nunca dice que no a una noche de fiesta ;-) Podéis comprobarlo por vosotros mismos en http://alextoni.blogspot.com/

El plastkard es realmente divertido, se viaja bien, se duerme bien (después de las cervezas mejor) y se siente uno, como debían de sentirse los suecos cruzando los Pirineos en los 60. El viaje de ida bien, cerrando el garito porque fuimos los últimos en acostarnos, y por eso tuvimos que seguir la tertulia en la puerta del lavabo y el descansillo, que como podéis ver la foto también puede servir de nevera (lo que veis es vaho!!). Por cierto, llevamos la misma camiseta por casualidad, no os vayáis a creer que hay que usar uniforme para el plastkard.

Pasando frío con el uniforme del plastkard [en realidad son las camisetas del ejército ruso y kazajo]
Recién levantado en el plastkard y con ojillos de mala vida

Llegamos a las nueve de la mañana con la idea de encontrarnos en la estación con David, lector de la AECI en Shymkent; pero como Almudena nos había pasado mal su teléfono, David por mail también nos lo había dicho mal y Alex también le había dicho mal el suyo a David por mail... pues tardamos una horilla o dos en dar con él... es que llevamos Ep-paña mu dentro! (más de lo que pensamos). David comparte piso con Shane, un yanqui muy majete de los Peace Corps y ese fin de semana tenía en casa a parte de la manada americana de Karagandá; así que tuvimos que buscarnos un hotel. Tuvimos suerte porque el hotel estaba en la que, según nos dijo David, era la plaza más bonita de Shymkent.

La que según dicen es la plaza más bonita de Shymkent
- ¿Mamá? Te llamo desde la mítica Shymkent... ¡Es preciosa! [Los aborígenes de Shymkent, por cierto, están muy orgullosos del MIG empalado que veis al fondo]
A unos doscientos kilómetros de Shymkent está el mausoleo de Akhmed Yasavi en Turkistán, que es una de esas ciudades que los kazajos nómadas arrebataron a los uzbekos sedentarios durante los siglos XVI al XVIII. Aunque los uzbekos a su vez se las habían arrebatado a los timuridas y así hasta llegar a los massagetas y los escitas.

En fin que nos montamos en una marshutka (camionetaautobús) y nos fuimos para allá. El viaje bonito a través de la estepa nevada y divertido de charleta con David. El mausoleo es bonito y, según comentan por aquí, muy sagrado, tanto, que dicen que si
peregrinas tres veces a Turkistán equivale a una vez en La Meca. Para David era la tercera vez, así que ya está salvado… Aunque a mí lo que más me gustó de la excursión a Turkistán fueron sin duda los camellos que pastaban por allí libremente. Hicimos varios descubrimientos interesantes (tal vez para un posible artículo para el Muy Interesante): primero, que los camellos han alcanzado la perfección
funcional y orgánica de poder comer, andar y cagar todo al mismo tiempo (¡cuánto cambiaría mi vida siyo también fuera capaz!) y segundo, que a los camellos les gustan las lepyoshkas tanto o más que a los españoles ;-)

En la marshutka (sentados en el medio para contar con la protección de varios airbag humanos tanto para los posibles impactos traseros como los frontales)
En Turkistán
El camello haciendo una demostración práctica de sus ventajas funcionales y orgánicas
- Enséñanos hermano camello... ¡Queremos comer, cagar y andar al mismo tiempo como tú!
Descubriendo nuestro parecido...¿un posible ancestro común?
¡lepyoshkas da svidanya!
El intercambiador de Turkistán

El viaje de vuelta a Shymkent fue bastante más tedioso que el anterior. La marshutka gripó y nos dejó tirados unos 45 minutos en la estepa. La avería, tal vez, estaba relacionada con el hecho de que el conductor, velando por nuestra comodidad, nos dejó a diez personas dentro de la fragoneta mientras repostaba con el motor en marcha (!) Finalmente, Murphy fue más o menos benévolo y unas tres horas después (por la pedazo de nevada que nos cayó y por el estado de la carretera) llegábamos de nuevo a Shymkent. Como ya era de noche, de momento nos tuvimos que quedar sin comprobar si, como dicen los lugareños, “Shymkent es lo mejor de lo mejor”.
Vuelta al hotel para una duchita que ya nos hacía falta, con vistas a una noche de juerga. Mientras esperaba ya limpito a que Alex terminara de ducharse llamaron a la puerta de la habitación y, aunque me olía lo peor, abrí... Allí estaba una tía del hotel con unas tres o cuatro chicas sonrientes. Puuuuf!

Me quedé entre cortado y asqueado, así que sólo puede balbucear “niet, niet” mientras cerraba la puerta con cara de perro. Aquí es más o menos habitual que los hoteles cuenten entre sus servicios con el de prostitutas, pero ver a la tía del hotel ofreciéndome a tres o cuatro niñas (18-20 años) me dio realmente muy mal rollo. Tanto que estuve un buen rato rayado pensando en eso (y en la posibilidad de que entraran en la habitación y me robaran la cámara de fotos). En realidad estuve rayado hasta que nos doblamos con Shane y David las 15 Shymkenstkoye (de medio litro cada una) que compramos para empezar la noche.

¡Orgullosos de nuestras marcas! ¡Nosotros también somos de Shymkent!

A eso de las 12 nos pusimos en ruta, la mítica Shymkent nos esperaba. Allí sólo tienen dos garitos y David decidió que probáramos primero en el más “popular”: el Tecnopark!!! Sólo el nombre ya acojona, verdad? La cosa por allí no pintaba muy bien. En la puerta prácticamente sólo había tíos y del garito sólo salían tíos y todos cortados por el mismo patrón: agromacarras kazajos, con zapatos y chupa de kazajos... Y no penséis mal, a mí Kazajstán y los kazajos me encantan, pero en Shymkent están cortados por un patrón un poco especial; de hecho en el resto del país, dicen que Shymkent es el origen de todos los salvajes. Tuvimos suerte porque nos pasó una de esas cosas que sólo pasan aquí y es que no nos dejaban entrar porque temporalmente no les quedaban tickets. Pero no os vayáis a creer que se trata de entradas elaboradas o flyers como las llaman ahora, si no que se trata de un papelajo minúsculo y mucho más guarro que los antiguos billetes de la EMT. Además es absurdo porque pagas y un metro y medio después el maromo de la puerta lo tira a un cubo. O sea que no tiene ninguna función real, pero aquí el sovietismo se mantiene en muchos pequeños detalles. Mientras esperábamos que trajeran la nueva remesa de tickets, empezamos a plantearnos que tal vez sería buena idea irnos al otro garito (más caro); sobre todo, porque del Tecnopark no hacían más que salir kazajos borrachos para una pelea multitudinaria que se estaba organizando y en sitios así la
posibilidad de que decidan, primero apalear a tres extranjeros despistados y después resolver sus propias diferencias intraestatales es grande. Así que nos fuimos y mientras nos íbamos, la señora de los tickets no hacía más que cagarse en nosotros, lo que era, al parecer, su forma de informarnos de que ya tenía una nueva remesa de los codiciados papelitos.

Llegamos al Maxapaja ya con muchas ganas de fiesta; muchas más de los que el nombre del garito de reminiscencias onanistas sugiere (al menos en alfabeto latino). Por cierto, si queréis conocer la explicación al nombre la podéis encontrar en http://sakura2k5.blogspot.com/. La entrada al garito era bastante cara, dos mil tengués sin consumición (o sea unos 12 euros), pero merecía la pena.

Primero porque el 90% del público del garito eran debushkas (chicas) y además porque dentro el alcohol era de precios populares: 200 tengués (menos de dos euros) las cervezas de medio litro y 80 tengués (medio euro) los chupitos de vodka. Yo, con mejor criterio, que David y Alex opté por la cerveza lo que me permite tener un recuerdo mucho más nítido de aquella noche que ellos. Pasamos unas horas de bailoteo loco, especialmente Alex que agasajado por unas lugareñas acabó sin camiseta en la pista. Así que nos echamos unas buenas risas y lo pasamos bien.

Es difícil alcanzar el equilibrio en el pedo, pero es muy fácil comprobar quien lo ha superado. También es difícil saber exactamente cuántos chupitos se doblaron Alex y David, pero a juzgar por el hecho de que no eran capaces de encontrar la puerta del garito y tenían dificultades para ponerse sus abrigos solos debieron de ser muchos. Tantos que tuve que cogerles para que llegaran hasta la calle.

Mientras me planteaba cómo cóño podía llevar primero a David a su casa y después llegar al hotel sin tener muy claro ni donde estábamos ni donde estaba el hotel, comprobé que tanto Alex como David tenían un estado etílico y una actitud similar que se resume en el famoso mantra de los borrachos: “que yo controlo”. Total, que pese a mis objeciones, Alex se montó en un taxi y David se fue solo (y para seros sinceros, tenía serias dudas de que consiguiera llegar a su casa).

Mis peores presagios se hicieron realidad al poco de montarnos en el taxi ya que Alex, quien sabe si imbuido del arte bruto que destila Shymkent, echó la pota dentro del coche!!! El taxista paró inmediatamente preso de la cólera, lo que en cierta medida era comprensible. Mientras Alex seguía con su tema, yo me disculpaba y le pagué algo más del precio acordado, sin, obviamente esperar el cambio y esperando aplacarle con eso. La verdad es que no fue suficiente (reconozco que un euro más tal vez era poco, pero ya os he dicho que lo de haber nacido en Barna marca mucho ;-) El tío se bajó
del taxi con el ánimo evidente de pegar a Alex, pero tuvimos mucha suerte ya que dentro del espectro kazajo (que oscila sin término medio entre los pequeñitos y los de formato bestia) éste era de los pequeños, así que viendo que éramos dos decidió aceptar 500 tengués más como indemnización (3 euros); aunque se montó en el taxi blasfemando en kazajo y señalándonos con el dedo con una cara que parecía decir claramente “voy a por mis colegas y os vais a cagar”. El trompo y la hostia a la que salió de allí no hizo más que confirmarme esa impresión, así que opté por arrastrar a Alex lo más deprisa que pude hacia el hotel, mientras él, invocando el mantra redentor, se mosqueaba conmigo por mi rudeza. Pero pensé que era mejor eso, que recibir una paliza de unos kazajos, perdidos en mitad de una calle oscura de Shymkent.

Afortunadamente conseguimos llegar al hotel sin toparnos con el taxista y sus colegas, ni tampoco con la milicia, porque en Kazajstán si se encuentran un borracho por la calle, lo encierran en calzoncillos en un calabozo, a su vez lleno de borrachos. La detención suele durar una noche o algo más. Lo que no entiendo muy bien es la función terapéutica de dejarte en calzoncillos; en el caso de los extranjeros es seguro que tras esa experiencia traumática se te quitan las ganas de volver a beber aquí, pero no sé muy bien con que fin en el caso de los locales.

A la mañana siguiente, como no podía ser de otra manera, se cumplió la ecuación gran resaca = Sol radiante cegador; un poco incómodo, pero que nos permitió disfrutar mejor de la singular belleza de Shymkent. Yo pensé que nada podía superar a Astaná, pero Shymkent es realmente horrorosa, una especie de Barajolka gigante y sin final. El tráfico es incluso más peligroso que en Almaty y aquí lo
semáforos (allí donde los hay) tienen una función claramente ornamental. A Alex y a mí, nos dejó tan sorprendidos la fealdad de Shymkent que nos dio un ataque de risa en plena calle (tal vez aún reposaba bastante alcohol en nuestros estómagos) para sorpresa de los lugareños, que no entendían porqué nos hacíamos fotos en los sitios más absurdos. Aunque hay que reconocer que los canales dotan a Shymkent de un inequívoco aire veneciano.

Tal vez estos canales se deben al paso por la región del mítico veneciano Marco Polo
Esperando al gondolero (no relacionéis mi postura con lo que os he comentado del camello, simplemente es que Alex no me dio tiempo para agacharme del todo ;-)
Diseño de vanguardia. Sin embargo, lo más horrible de Shymkent no es su arquitectura (mezcla de decadencia soviética con crecimiento caótico actual) si no viejas tradiciones terribles que se mantienen; especialmente, la costumbre de secuestrar a las mujeres para casarse con ellas. Esta práctica execrable consiste en lo
siguiente: el tipo secuestra a la kazaja que le gusta o le interesa por el motivo que sea y esa misma noche la viola, para que la historia no tenga vuelta atrás. Entonces llama a los padres de la chica para acordar un precio y recibir el consentimiento familiar para la boda. Pero hay algo todavía más terrible y es la actitud de las familias que aceptan está práctica sin demasiada protesta. La historia más increíble que escuchamos fue la de la novia (ya divorciada del hijoputa que la secuestró) de un amigo, que la noche de su secuestro llamó a su familia para que la ayudaran y sus padres le dijeron que hiciera lo que quisiera, pero que si volvía a casa iba a ser una gran deshonra para la familia (¡!?) Por eso, Almudena una noche que estaba de fiesta sola (yo estaba en España), pasó algo de miedo cuando un kazajo de Shymkent, amigo de un amigo, no hacía más que sonreírla diciéndola que “era tan guapa que iba a tener que secuestrarla”.

Pero bueno, la mañana del domingo también fue agradable. Conocimos a unos cuantos yanquis de los Peace Corps, que, en general, eran tan majetes que no parecían americanos (al menos no los expatriados que se suele ver por aquí) y nos fuimos a comer a un restaurante iraní, al lado de la casa de David; quien, por cierto, cuando le despertamos por la mañana por teléfono, nos confesó que descubrió con cierta sorpresa que estaba en su casa (y realmente no tenía muy claro si le habíamos
llevado nosotros, si se había encontrado con Shane por la calle o si, simplemente, se había producido algún tipo de milagro). Y creo que, dadas las circunstancias de la noche anterior, consideró amanecer con los vaqueros puestos en la cama como una suerte.

Con la manada yanqui [no me digáis que al que está al lado de Shane con jersey oscuro no lo habéis
visto en varias teleseries]

Lo mejor de Shymkent son sin duda los precios de los restaurantes, ya que se come muy bien por unos precios ridículos. Pasamos unas horas de tertulia y paseo por Shymkent (algunos con mejor compañía que otros ;-) y nos fuimos a la estación, con bastante tiempo para montarnos con calma en el tren y no repetir la experiencia anterior. Nueva remesa de cervezas y al plastkard. Este viaje fue también bastante divertido y nos echamos buenas risas con nuestras compis de litera, Madina y Dana, dos kazajas de Shymkent que estudian en Almaty. Después de lo que os he contado sobre los secuestros express en Shymkent, podéis imaginaros el shock cultural que debió suponer para ellas, que Alex y yo, dos apuestos y gallardos españoles de bien, les hiciéramos la cama. Tal vez por eso Dana, no hacía más que decirle a Alex lo bien que cocinaba ;-)

Aunque fue bastante plasta, nos reímos mucho con una niña de unos 5 o 6 años que andaba por allí. Su madre empezó a dormir a los diez minutos de salir el tren y no se levantó hasta llegar a Almaty, así que la niña andaba libre para actuar a su antojo. Mientras nos doblábamos las primeras birras de charleta con Madina y Dana, la niña nos miraba con mucha curiosidad, tanta que cometimos el error, el inmenso error, de decirla hola y tratar de hablar con ella. Nuestra temeridad nos costó que la niña empezara a pegarnos una paliza considerable (literalmente), ante la indiferencia no de la madre (o domador, según pensé en ese momento) que roncaba feliz al lado nuestro, si no de las amigas de ésta que les pareció totalmente intrascendente. Quien sabe, tal vez la niña tenía algún parentesco con el taxista de la noche anterior. Eso sí, sabía bien cuáles son los miedos que atenazan al extranjero por aquí porque no paraba de decirnos (con dedo amenazante incluido) algo sobre su padre policía y nosotros. La niña, de energía y voluntad inquebrantables, se parecía por personalidad a Deimián y por la voz a Reagan (la niña del Exorcista), pero tenía exactamente el mismo peinado que Dany, el niño de El Resplandor así que yo intenté, sin demasiado éxito, enseñarla a decir aquello de “Redrum, redrum!!”.

Cansados de la paliza que nos estaba metiendo la niña, opté por la solución desesperada de poner mis manos sobre su cabeza y gritar “¡Sal de este cuerpo, el poder de Cristo te obliga!”, pero más allá de descojonarnos no conseguimos nada ;-( En realidad, la niña, que obviamente se vino también a pegarnos al descansillo, sólo nos dejó en paz cuando una de las amigas de la madre, en un momento dado la llamó y la niña, que hasta ese momento había mostrado una tenaz resistencia a toda autoridad y normas de urbanidad, se fue sin rechistar a la cama, para quedarse dormida en apenas unos segundos...nada como la vieja disciplina soviética.

Y este fue, a grandes rasgos nuestro fin de semana en la ciudad más salvaje de todo Kazajstán, pero, sabéis, lo más increíble de todo fue que al final resulta que los del Muy Interesante tenían razón, ya que nosotros fuimos los únicos borrachos en el tren tanto a la ida como a la vuelta!!! Ya lo sabéis para cuando viajéis en avión!

Y llegados a este punto ya sabéis, la frase de verificación:
“si has llegado hasta aquí, spasivo daragoi drug” ;-)

Un abrazo a todos!
Hasta pronto!
Nico

5 comentarios:

david dijo...

Ahhh, que buenos recuerdos!!! A mí tb me lo renviaron hace poco y cuando lo estaba leyendo otra vez no paraba de descojonarme...

Feliz Día de la Mujer! Espero q te regalen muchas rosas y bombones!

Anónimo dijo...

Buen trabajo Ruth¡¡ Te está quedando genial tu blog. Esto es como los buenos vinos, cuanto más tiempo pase más valor va a tener. Sin duda, las últimas visitas al bazar han enriquecido la experiencia

Ruthiki dijo...

Gracias David por escribir :) y si, me regalaron muchas flores a pesar de dejar caer que no me gustan porque me dan mucha pena :), muchos bombones y unos pendientes super bonitos :) :)

Muchos besos y que lleguen hasta Toronto :)

Ruth

Ruthiki dijo...

Luis!! Que tal? Como vas? Me dijo Carlos que el se volvia ya a Espanya el domingo. Tu andas por aqui aun? Este finde no te he dicho nada porque me he ido a Turkestan y hoy a Sairam, un pueblo cerquita de Shymkent,y pense que no podrias alejarte de por el trabajo, espero no haberme equivocado porque sino que pena porque te habria gustado seguro. Ya me dices a ver que haces esta semana y tu eso, cuando tengas tiempo libre y ganas pegame un toque. Yo el sabado me voy a Astana hasta el lunes pero durante la semana podemos quedar y ponernos al dia.

Ya me dices.

Muchos besos y animo!!

Ruth.

alextoni dijo...

veo que has desclasificado el documento de alto secreto! aunque bueno, ya era hora de que viera la luz...

fue un fin de semana mítico :) y es que shymkent es ciertamente divertido jeje

un beso, y sigue contando tus aventuras!

Alex