martes, 29 de diciembre de 2020

RESUMEN 2020: PARTE 1

 

2020, AÑO ÚNICO


¡Menudo año! Menudo año, menudo año. Único, excepcional, transformador, revelador para mí y para aquellos que han podido gracias a sus circunstancias ver el año como una oportunidad para crecer y transformarse.

Hay tanto que contar de este año que no me ha dejado sacar apenas tiempo para escribir que voy a intentar hacer un resumen por temas y así poder dejar por escrito y con imágenes lo que para mí ha sido 2020 y cómo lo he vivido en la otra punta del mundo. La burbuja como es la burbuja que envuelve a Australia, especialmente al estado de Queensland, donde me encuentro, me ha permitido vivir este año de una forma mágica, como un regalo, como una oportunidad para crecer y conocerme más y poder centrarme en cosas tan fundamentales como mí misma, mi trabajo y mis estudios.

Querido 2020, aquí va mi resumen de esta vuelta al sol que hemos dado juntos:

 

HOGAR AUSTRALIANO


Desde que llegué he seguido viviendo en la misma casa que encontré incluso antes de llegar a Brisbane. Ha sido una casa fría o muy fría en invierno (lo que me ha hecho sentirme como en casa de mis padres cuando no vas al baño por no pasar frío al bajarte el pantalón, o caminas con pijama de felpa, dos batas y calcetines hasta las rodillas por encima de los pantalones) y está siendo una casa muy caliente o abrasadora en verano (de momento estamos teniendo 32 grados en el comedor y a mi habitación perfectamente se le pueden subir 5 grados más, al dar dos de las cuatros paredes a la calle). Ya lo sabía porque llegué en enero y empezaba el calor, pero al venir del invierno creo que he notado más cambio. También este año he pasado muuuucho tiempo en casa por motivos que luego contaré y he notado todas las estaciones del año que tiene Queensland.

Siempre somos 4 cuatro personas en casa pero van entrando y saliendo. Ahora seguimos Bee, un holandés-neozelandés obsesionado con plantar plantas y hacer pan, Andrés, un australiano futuro estudiante de Universidad al que me cuesta horrores entender, Bruna, una estudiante de psicología que que me llama Ruff  y que se parece a la Pataky y servidora.

Desde que llegué han pasado por la casa personas como Alex, un chico francés muy organizado que antes de comprar algo se preguntaba si lo realmente necesita y que llegó a Australia con solo equipaje de mano; llegó a ser como un hermano para mí y compartimos mucho tiempo juntos, ya que perdió su trabajo y yo trabajaba desde casa. El día que me dijo que se iba me dio mucha pena. No lo he vuelto a ver, pero sé que nos veremos de nuevo. Lo echo mucho de menos en la casa.

Un chico holandés que hablaba poco y que acepté como un privilegio que nada más llegar, a la 1 de la mañana después de estar más de 24 horas de viaje, me enseñara cómo funcionaba la lavadora. Theo, un chico francés muy parecido al bailarín mexicano Isaac Hernández con el que compartí lindas conversaciones sobre la vida; me dio pena que se fuera y espero verle en algún momento antes de regresar.

Kyla, una chica australiana de Albany (Western Australia) y estudiante de un tipo de masaje que no conseguí entender. Cuando Kyla se ponía a hablar con Andrew no había forma de entenderlos. Discutían como hermanos pequeños y hubo veces que intenté intermediar entre ellos pensando que la discusión iba en serio (sobre todo cuando Andrew no pensó que el cartel “no tocar” iba para él y abrió los regalos de su cumpleaños sin que estuviéramos delante) cuando en realidad me hicieron entender que es una forma de comunicación de aquí que incluso puede considerarse cariñosa o de atención.

Ha sido un año muy bonito en esta casa, rodeada de plantas, olor a pan y cenas familiares con curry o ensaladas tailandesas de papaya. Álex no podía entender cómo no escuchaba los pájaros por la mañana. Hace unas semanas que ya los escucho y que consiguen despertarme.

En los meses que hemos tenido que estar en casa he intentado salir a caminar (forzada por Bee en muchas ocasiones, incapaz de entender cómo podía ser tan productiva sin hacer pausas al aire libre) y he hecho yoga en el jardín. El jardín que tenemos en la parte trasera me ha ayudado a vivir momentos duros como la muerte de mi abuela o de mi tío. He pisado muy poco el resto de la casa a excepción mi habitación desde que llegué hasta octubre, cuando ya entregué mi trabajo de fin de máster, y el sofá, con las veces contadas con una mano, me ha servido para tomarme días sueltos de descanso en los que no hacer otra cosa que ver películas francesas donde Omar Sy y Audrey Toutou me devolvían la sonrisa fácil.

Siempre me ha encantado invitar a amigos a casa a comer o cenar y pasar el rato. Hasta hace muy poco, Bee no estaba muy convencido de tener gente de fuera en casa y hasta hace un poco menos, no contaba yo con tantos amigos como para organizar una fiesta como las que solía organizar en España. Mi amiga Aya, de la que hablaré más tarde, ha sido la que más ha pasado por aquí, sus dos amigos de Gambia que me trajeron África a casa un día que no lo esperaba y que fue mágico o un par de amigos de kizomba que llegaron a casa por causas excepcionales. Aquí dejo las fotos de mi hogar australiano en 2020:



Mi lugar favorito de la casa. A la silla le puse el nombre de silla paraíso y ahora todos la llaman así. 


 De izquierda a derecha: Álex, Bee y Andrew (Andrés para mí y mi hermano).

Kyla y Andrés en la puerta de casa.

Bruna dejándose convencer de probar unos de los potingues que compré en una tienda india.


domingo, 12 de julio de 2020

RESUMEN VISUAL DESDE MARZO: EXCURSIONES




Excursión a la isla Cochiemudlo.


Excursión a Gold Coast.



Con la profe de yoga.


Excursión al santuario Lone Pine Sanctuary, en Brisbane. 








Brisbane desde Mount Gravatt, una montaña a las afueras.


De camino a Noosa Heads, al norte del estado de Queensland. Al fondo, podéis ver Brisbane.




Cuando estaba haciendo la foto anterior, esto es lo que encontré a menos de un metro de mis pies. ¿La podéis ver? 



En la casa de los padres de unos amigos un canguro se pasea por su jardín.


Noosa Heads. No sé si se ve pero detrás de los árboles está el mar.







Hasta pronto. Espero que no pasen tantos meses como esta vez.

sábado, 11 de julio de 2020

RESUMEN VISUAL DESDE MARZO: BRISBANE Y SUS PASEOS


Aquí dejo un resumen con fotos de estos meses desde la última vez que os escribí en los que poco he hecho aparte de aprender cómo trabajar en línea, seguir adelante con mi TFM, apuntarme a kizomba para tener que dejarlo a las dos semanas, dar paseos por la ciudad porque aquí desde el principio hemos podido salir a hacer deporte fuera (aunque de forma individual) y alguna excursión de este último mes en el que ya hemos podido movernos por el estado. No he seguido las noticias de ningún sitio, ni de España, ni de aquí, ni de ningún otro lado. La poca energía que me dejaba la situación era para el trabajo y mi investigación. 

Los días o momentos en los que he tenido que mirar a España, he necesitado una semana o más de recuperación. La muerte de mi abuela me dejó agotada durante más de una semana en la que apenas pude trabajar y llevar las cosas del día. La muerte de mi tío ha sido algo a lo que aún no me he acostumbrado y sé que aún tengo mucho guardado por sacar y llorar. Lo he guardado en una cajita, para cuando vaya a España. De momento, es una de las personas que me está dando fuerzas, porque no hay nada que merezca dedicarle más tiempo y energía del que merece y necesita. Estos meses nos han puesto en nuestro sitio a todos. Debemos estar agradecidos por ello y ser concientes de la toma de conciencia que hemos adquirido.

Aquí va mi estancia en Australia hasta ahora; poquito movimiento para lo que esperaba y esperábais, pero creo que ha sido bueno porque he podido centrarme en mis prioridades profesionales. Todo llega cuando tiene que llegar. 


El paseo de al lado de casa por la noche se vuelve un jardín de luz virtual. Lo pusieron después de que tuviéramos que quedarnos en casa.


A lo largo del paseo a veces te encuentras con mini playas. En el río hay tiburones así que son solo para ver de lejos.



Hacia la zona empresarial, el río da a rascacielos.


Este es el paseo justo debajo del jardín botánico.



A la gente le encanta hacer picnics y hasta hay empresas que tienen las mesas montadas monísimas para momentos especiales.



El Storey bridge que une las dos laderas principales de la ciudad.



Me encantan las casas antiguas de aquí, las queenslanders. Yo vivo en una, pero esta es top 10.


Los pájaros no tienen nada de miedo y se acercan a ti como si tal cosa. Creo que no he contado mi experiencia con un pájaro agresivo. Tomo nota.


Los parques, los árboles y las zonas para el ciudadano son lo mejor de la ciudad. Detrás de este árbol, metida en medio del parque, hay una bibioteca.


Este fin de semana he ido a una cafetería-refugio de gatos. Sí, tenía mono de gatos. Ellos, no tanto de humanos. Pasan bastante de las personas y creo que cada vez que se abre la puerta dicen: ¿otro? mecagüenlaleche, voy a hacerme el dormido. Me senté en una esquina y pensé, si no se acercan es que no quieren y ya está. Alguno sí que vino y se dejó tocar, pero sí, están cansados de nosotros.

¿CÓMO ESTÁIS? ¿CÓMO VA TODO?


Si os hago esta pregunta ahora, que hace no sé cuántos meses que no hablamos, seguro que nos tendríamos que sentar durante horas para poder ponernos al día. Aun habiéndonos llamado alguna vez o habernos enviado mensajes de voz que por la duración claramente vendrían a responder a esta pregunta.

Aun así, si lo hiciéramos, si nos sentáramos y nos contáramos todo, con pelos y señales, lo que hemos hecho desde la última vez que hablamos o nos vimos, y os lo volviera a preguntar unas semanas más tarde (por supuesto no días después, porque daría la impresión de que no os estuve escuchando), volveríais a contestarme con una retahíla de novedades y, si no las tuvierais, me explicaríais qué cosas no han pasado, o no habéis hecho, qué cosas queríais que pasaran y no lo han hecho y así hasta una media de 5 o 10 minutos para haceros con una nueva lista de acontecimientos con tal de responder a una pregunta que, en español, implica, obliga y casi fuerza, inconscientemente, a dar una explicación.

Había empezado a caerme bien. Hasta ahora solo nos habíamos visto en la caja del supermercado, donde si había dos dependientes y él era uno de ellos, yo me ponía en su cola porque daba gusto verlo sonreír a tooodos los clientes. Recuerdo que un día lo cambié por un chico con rasgos maorís, atractivo hasta que sonreía, y me sentí mal. Desde entonces, sin importar a quien tuviera como competencia, siempre le dejaba pesarme los tomates y decirme: ey, ¿qué tal? ¿cómo va todo?

Un día pregunté a mis compañeros, porque esa pregunta me descolocaba un poco. Me pasó con el maorí, con el que me medio asusté-emocioné al pensar que esa pregunta era un paso que él necesitaba hacer para a la próxima vez pedirme el número de teléfono. Me pasó con él, al ver que, mientras yo esperaba mi turno en la caja, había clientes que contestaban con un “bien, gracias”, otros que simplemente emitían un sonido y un movimiento de cabeza y otros que, bueno, no es que se sentaran y se hicieran una taza de café para contarle su vida, pero sí que le daban algún que otro detalle con frases como las que pedimos aquí en los exámenes “completas con sujeto y verbo conjugado”.

¿Cómo contestar a una pregunta así? Quizás esta no es la pregunta correcta, porque creo que entiendo qué significa. La pregunta que me rondaba por la cabeza es cómo responder a esta pregunta a alguien que no conoces, que apenas ves una vez a la semana (aunque esto no sería un factor que determinaría cercanía con alguien) y al que no le regalas más de tres palabras. Es que depende, me dijo el francés. Depende de cómo te la pregunte. Sí, pero ¿si le contesto y no me sigue? Si te la hacen es para que tú la contestes como quieras, siguió argumentando. Tú responde, y ellos dependiendo de cómo contestes, pues ya te contestan. Terminó diciendo.

Aun así, yo aún tenía para más reflexión, porque ¿por qué hacían esa pregunta? ¿Estaban obligados por la empresa? ¿Por la cultura? ¿Se sentían mal si alguien no les contestaba? ¿si alguien les contestaba con demasiada información o por el contrario con poca? Me di cuenta de que todo esto me lo preguntaba porque a lo mejor en mi cultura esta pregunta obliga a más que aquí y te pone más en un aprieto; También es verdad que esta pregunta no vendría dada por alguien que solo se limita a pasarte los yogures por el lector de códigos y decirte si vas a pagar en efectivo o con tarjeta.

Después de estar cuatro meses en una habitación delante de un ordenador una media de 15 horas al día, creedme que el eyquétalcómovatodo era algo que necesitaba más que el café que necesita el australiano por la mañana.

Me lo encontré en uno de los pasillos, mientras yo me decidía por almendras o anacardos y él cruzaba con un carro lleno de bebidas que colocar en el pasillo contiguo. Lo saludé como quien saluda a un amigo que hace tiempo que no ve, pero su madre está al lado y no sabe si debe acercarse o no. Mis ojos expresaron un gran saludo pero mi boca solo pudo decir un “ey” bastante soso. Ya me vale. Él respondió con una gran sonrisa y ese howareyou que me sonó a gloria.

Llegué directa a su caja, sin dudarlo, y tras dejar pasar a un chico que solo llevaba dos cosas y no quería ver cómo se agobiaba al verme que dedicaba más tiempo a intentar colocar toda la fruta de forma que no tocara la cinta, le saludé con una sonrisa un poco más generosa que la primera y él, después de sonreír y preguntar el esperado eyquétalcómovatodo, yo contestarle con un “muybiengraciasytú” me dijo si podía mirar mi bolsa. Llevaba una bolsa grande de tela donde pongo otras bolsas para meter la compra. Me acerqué a la ventanilla de plástico que habían instalado y le dejé mirar mis bolsas, ambos manteniendo la sonrisa.

En este punto ya estaba completamente perdida. ¿Qué significa esta pregunta, entonces? Me dio, como podéis ver, para llegar hasta vosotros con esta gran duda, porque no hace falta que me digáis que no puedes considerar a un cajero como tu amigo, pero imagino que, en un pueblo, si el cajero te pregunta y te pregunta, podrías acabar contándole incluso algún secreto o queja familiar. No sé. Solo estoy pensando con palabras. Podría ser que, aquí la amistad es un poco esto, ser capaces de estar bien, hablar y tener ganas de hablar pero al mismo tiempo poder recriminar cosas sin que ello interfiera en la relación. Este chico siguió pesándome los tomates con la misma delicadeza de siempre y siguió deseándome un feliz día. Yo no tanto. A mí me había dolido. Intenté irme sin que se notara mi confusión y choque cultural y me dio para pensar todo el recorrido de camino a casa.

Preguntar para esperar escuchar siempre lo mismo. Todo está bien, gracias. No preguntar y parecer poco educado, pero si alguien responde con más de lo esperado, sentirse incómodo y tener la necesidad de no escuchar, mirar o dirigir tu atención a otra cosa como el móvil o la superficialidad de la siguiente pregunta que vas a hacer.

Ya me ocurrió en Ghana, cuando tras mi primer “¿Cómo estás” yo responder todo lo que me había ocurrido y darme cuenta de que la persona ya se había dado la vuelta. Aquí no se la dan, quiero pensar, pero no están presentes. Lo están, pero no de la forma que pide esta pregunta en mi lengua y cultura.

Yo estoy aprendiendo. Ahora todo está bien. Evito detalles, largas explicaciones o anécdotas, que tanto nos gustan a los españoles para romper el hielo en una conversación. Intento no hablar para informar de que estoy presente y que reconozco la presencia del otro. A veces me cuesta y me veo como a mi padre cuando quiere hacernos sentir lo mismo, que está ahí y que nos ve, en caso de que lo necesitemos.  

Supongo que esto tiene efectos como el estar incomunicado, porque interactuar sin expresar creo que no tiene mucho sentido. Todo está bien. No puedes expresar lo que sientes. Todo se queda en la superficie. Si expresas más, estás yendo demasiado lejos.

Así que, para terminar, hoy, después de tantos meses sin estar por aquí, os quiero preguntar a la española: ¿Cómo estáis? ¿Cómo va todo?

martes, 3 de marzo de 2020

HA SIDO NIÑO


Después de siete meses de descanso, pausa, (¿merecidas?) vacaciones, ya han empezado las clases en la Universidad.
Imagino que la sensación que puedo tener ahora mismo es la de una madre soltera, que no primeriza (este es mi tercer hijo lectorado), que después de un embarazo bastante tranquilo, sin trabajar, con la familia que te ayuda a todo, con viajes con amigos, con un máster de preparación al parto a distancia por uno de los mejores centros de preaparación al parto como la Universidad de Barcelona que le fue vendido como el no va más y que ha acabado con su tiempo y energía, se pone de parto en un país extranjero y, sin ayuda de familia, siente que los días empiezan y se acaban sin avisar, como si hubiera estado 9 meses (el mío ha sido primerizo de 7) subiendo una colina empinadísima y de repente se deja caer cuesta abajo y sin frenos.
La sensación que tengo ahora mismo si la pudiera teatralizar de la forma en que he enseñado las vocales este año sería: Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh!!!!!!!!!! (con dos opciones siempre: de pie, manos en la cara cubriendo los ojos para no mirar la altura y velocidad que coges o echando a correr con los brazos en alto pidiendo auxilio y avisando al resto de madres en potencia para que se lo piensen dos veces antes de embarcarse en una aventura así (la vida del profesor de vocación es más sacrificada que la de un devoto que quiere rezar por todo el mal en el mundo).
Así que aquí estamos, de nuevo sumergida en la vida del profesor que, si bien la gente no puede creerte cuando dices que no te da la vida con 12 horas de clase a la semana, ya está haciendo que no tenga tiempo para mucho más que para preparar clases, diseñar materiales, decirme todos los días que llego tarde con el trabajo de final de máster e intentar mantener mis 4-5 comidas diarias que han hecho que suba un poco de peso y empiece a recuperarme de un parto en un país tan moderno y futurístico que cuando fui a monitores durante todo el mes de febrero para formarme y estar lista para cuando llegara el momento, tuve médicos que hasta me visitaban a mi oficina para explicarme las cosas y decirme cómo iba a ser todo y cómo tendría que respirar para poder sacar todo adelante (en la vida me volveré a ver en la tesitura de tener cursos de formación personalizados porque el curso en el que me apunté NO tenía suficientes personas apuntadas).
Y bueno, ya con todo casi en marcha, he podido encontrar un mini ratito para enviaros algunas fotos de mi último mes antes del parto, en el que he dado muchos paseos porque los médicos de aquí me recomendaron mucho andar porque una vez pariera iba a pasar mucho tiempo sentada. Así que os envío algunas fotos que ejemplifican mi último mes antes del parto y el comienzo de mi nuevo y tercer hijo llamado Aussie (nombre común aquí que significa originario de Australia).


Se me han copiado un poco desordenadas pero las voy explicando:


Uno de los 50 mejores hospitales a nivel mundial :) Tras mi primer hijo nacido en Kazajistán, mi segunda en Ghana y mi tercero en Australia, he podido ver cómo he ido mejorando en condiciones en las instalaciones y recursos. Debo decir que como siempre ocurre, la calidad humana y profesional no va unida al desarrollo tecnológico únicamente y mis médicos han sido excelentes en los tres hospitales en los que he dado a luz :).




El pasillo del quirófano y de las salas de lactancia a las que estoy yendo ahora :)


El quirófano.


Los médicos cuentan con una sala (heladora) donde descansar entre turno y turno.





En el hospital se me ha habilitado una sala para seguir con mis formaciones y preparaciones para la nueva vida que me espera.


Los médicos de aquí dicen que es bueno descansar cada hora y mirar un poco atrás para coger fuerzas con las siguientes nuevas tareas.


En casa los médicos me recomendaron hacer ejercicios antes del parto. Me dieron todo el material necesario (pelotas de pilates, esterillas para meditar, libretas para ir apuntando todos los síntomas).


Mis paseos antes del parto:



Mi primer picnic sola con concierto y tortilla de patatas. Estos australianos saben lo que se hacen.


He ido a clases de danza (forró: baile superdivertido brasileño) en este precioso templete en el parque de New Farm.


La ciudad tiene un barrio donde se encuentran la mayoría de las empresas. Pese a parecer una megápolis, es una zona muy tranquila en la que no te parece estar rodeada de miles de personas. Nadie corre o pone malas caras porque alguien se cruza en su camino. Todos parecen estar en una pausa perenne entre horas.


Al lado del Jardín botánico me encontré esta maravilla. Hay varios por la ciudad.




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La ciudad está diseñada alrededor del río Brisbane (llamado a veces Maiwar). A 10 minutos andando de casa me encuentro con él y es de las mejores cosas que he hecho desde que llegué: pasear antes de que caiga el sol por una de sus laderas. Ya he recorrido gran parte pero aún me falta.



El puente Story, que conecta el norte y sur de la ciudad.


Dos veces al mes hay un mercado donde la gente trae una maleta llena de cosas de segunda mano (puedes encontrar gente también que hace cosas a manos o que vende cosas que todavía lleva la etiqueta) para vender baratísimo o regalar. 




En medio de la ciudad puedes encontrar una piscina y una playa artificial gratuitas que sirven de oxígeno sobre todo para los jóvenes después de sus trabajos o estudios.





Espero que os haya gustado el paseo por Brisbane y por mi nueva vida que acaba justo de empezar. 


Seguimos en contacto.

Ruth.