2020, AÑO
ÚNICO
¡Menudo año!
Menudo año, menudo año. Único, excepcional, transformador, revelador para mí y
para aquellos que han podido gracias a sus circunstancias ver el año como una
oportunidad para crecer y transformarse.
Hay tanto que
contar de este año que no me ha dejado sacar apenas tiempo para escribir que
voy a intentar hacer un resumen por temas y así poder dejar por escrito y con
imágenes lo que para mí ha sido 2020 y cómo lo he vivido en la otra punta del
mundo. La burbuja como es la burbuja que envuelve a Australia, especialmente al
estado de Queensland, donde me encuentro, me ha permitido vivir este año de una
forma mágica, como un regalo, como una oportunidad para crecer y conocerme más
y poder centrarme en cosas tan fundamentales como mí misma, mi trabajo y mis
estudios.
Querido 2020,
aquí va mi resumen de esta vuelta al sol que hemos dado juntos:
HOGAR
AUSTRALIANO
Desde que
llegué he seguido viviendo en la misma casa que encontré incluso antes de
llegar a Brisbane. Ha sido una casa fría o muy fría en invierno (lo que me ha
hecho sentirme como en casa de mis padres cuando no vas al baño por no pasar
frío al bajarte el pantalón, o caminas con pijama de felpa, dos batas y
calcetines hasta las rodillas por encima de los pantalones) y está siendo una
casa muy caliente o abrasadora en verano (de momento estamos teniendo 32 grados
en el comedor y a mi habitación perfectamente se le pueden subir 5 grados más,
al dar dos de las cuatros paredes a la calle). Ya lo sabía porque llegué en
enero y empezaba el calor, pero al venir del invierno creo que he notado más
cambio. También este año he pasado muuuucho tiempo en casa por motivos que
luego contaré y he notado todas las estaciones del año que tiene Queensland.
Siempre somos
4 cuatro personas en casa pero van entrando y saliendo. Ahora seguimos Bee, un
holandés-neozelandés obsesionado con plantar plantas y hacer pan, Andrés, un
australiano futuro estudiante de Universidad al que me cuesta horrores
entender, Bruna, una estudiante de psicología que que me llama Ruff y que se parece a la Pataky y servidora.
Desde que
llegué han pasado por la casa personas como Alex, un chico francés muy
organizado que antes de comprar algo se preguntaba si lo realmente necesita y
que llegó a Australia con solo equipaje de mano; llegó a ser como un hermano
para mí y compartimos mucho tiempo juntos, ya que perdió su trabajo y yo
trabajaba desde casa. El día que me dijo que se iba me dio mucha pena. No lo he
vuelto a ver, pero sé que nos veremos de nuevo. Lo echo mucho de menos en la
casa.
Un chico
holandés que hablaba poco y que acepté como un privilegio que nada más llegar,
a la 1 de la mañana después de estar más de 24 horas de viaje, me enseñara cómo
funcionaba la lavadora. Theo, un chico francés muy parecido al bailarín
mexicano Isaac Hernández con el que compartí lindas conversaciones sobre la
vida; me dio pena que se fuera y espero verle en algún momento antes de
regresar.
Kyla, una
chica australiana de Albany (Western Australia) y estudiante de un tipo de
masaje que no conseguí entender. Cuando Kyla se ponía a hablar con Andrew no
había forma de entenderlos. Discutían como hermanos pequeños y hubo veces que
intenté intermediar entre ellos pensando que la discusión iba en serio (sobre
todo cuando Andrew no pensó que el cartel “no tocar” iba para él y abrió los
regalos de su cumpleaños sin que estuviéramos delante) cuando en realidad me
hicieron entender que es una forma de comunicación de aquí que incluso puede
considerarse cariñosa o de atención.
Ha sido un año
muy bonito en esta casa, rodeada de plantas, olor a pan y cenas familiares con
curry o ensaladas tailandesas de papaya. Álex no podía entender cómo no
escuchaba los pájaros por la mañana. Hace unas semanas que ya los escucho y que
consiguen despertarme.
En los meses
que hemos tenido que estar en casa he intentado salir a caminar (forzada por
Bee en muchas ocasiones, incapaz de entender cómo podía ser tan productiva sin
hacer pausas al aire libre) y he hecho yoga en el jardín. El jardín que tenemos
en la parte trasera me ha ayudado a vivir momentos duros como la muerte de mi
abuela o de mi tío. He pisado muy poco el resto de la casa a excepción mi
habitación desde que llegué hasta octubre, cuando ya entregué mi trabajo de fin
de máster, y el sofá, con las veces contadas con una mano, me ha servido para
tomarme días sueltos de descanso en los que no hacer otra cosa que ver
películas francesas donde Omar Sy y Audrey Toutou me devolvían la sonrisa
fácil.
Siempre me ha
encantado invitar a amigos a casa a comer o cenar y pasar el rato. Hasta hace
muy poco, Bee no estaba muy convencido de tener gente de fuera en casa y hasta
hace un poco menos, no contaba yo con tantos amigos como para organizar una
fiesta como las que solía organizar en España. Mi amiga Aya, de la que hablaré
más tarde, ha sido la que más ha pasado por aquí, sus dos amigos de Gambia que
me trajeron África a casa un día que no lo esperaba y que fue mágico o un par
de amigos de kizomba que llegaron a casa por causas excepcionales. Aquí dejo
las fotos de mi hogar australiano en 2020:
Mi lugar favorito de la casa. A la silla le puse el nombre de silla paraíso y ahora todos la llaman así.
De izquierda a derecha: Álex, Bee y Andrew (Andrés para mí y mi hermano).
Kyla y Andrés en la puerta de casa.
Bruna dejándose convencer de probar unos de los potingues que compré en una tienda india.
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