sábado, 11 de julio de 2020

¿CÓMO ESTÁIS? ¿CÓMO VA TODO?


Si os hago esta pregunta ahora, que hace no sé cuántos meses que no hablamos, seguro que nos tendríamos que sentar durante horas para poder ponernos al día. Aun habiéndonos llamado alguna vez o habernos enviado mensajes de voz que por la duración claramente vendrían a responder a esta pregunta.

Aun así, si lo hiciéramos, si nos sentáramos y nos contáramos todo, con pelos y señales, lo que hemos hecho desde la última vez que hablamos o nos vimos, y os lo volviera a preguntar unas semanas más tarde (por supuesto no días después, porque daría la impresión de que no os estuve escuchando), volveríais a contestarme con una retahíla de novedades y, si no las tuvierais, me explicaríais qué cosas no han pasado, o no habéis hecho, qué cosas queríais que pasaran y no lo han hecho y así hasta una media de 5 o 10 minutos para haceros con una nueva lista de acontecimientos con tal de responder a una pregunta que, en español, implica, obliga y casi fuerza, inconscientemente, a dar una explicación.

Había empezado a caerme bien. Hasta ahora solo nos habíamos visto en la caja del supermercado, donde si había dos dependientes y él era uno de ellos, yo me ponía en su cola porque daba gusto verlo sonreír a tooodos los clientes. Recuerdo que un día lo cambié por un chico con rasgos maorís, atractivo hasta que sonreía, y me sentí mal. Desde entonces, sin importar a quien tuviera como competencia, siempre le dejaba pesarme los tomates y decirme: ey, ¿qué tal? ¿cómo va todo?

Un día pregunté a mis compañeros, porque esa pregunta me descolocaba un poco. Me pasó con el maorí, con el que me medio asusté-emocioné al pensar que esa pregunta era un paso que él necesitaba hacer para a la próxima vez pedirme el número de teléfono. Me pasó con él, al ver que, mientras yo esperaba mi turno en la caja, había clientes que contestaban con un “bien, gracias”, otros que simplemente emitían un sonido y un movimiento de cabeza y otros que, bueno, no es que se sentaran y se hicieran una taza de café para contarle su vida, pero sí que le daban algún que otro detalle con frases como las que pedimos aquí en los exámenes “completas con sujeto y verbo conjugado”.

¿Cómo contestar a una pregunta así? Quizás esta no es la pregunta correcta, porque creo que entiendo qué significa. La pregunta que me rondaba por la cabeza es cómo responder a esta pregunta a alguien que no conoces, que apenas ves una vez a la semana (aunque esto no sería un factor que determinaría cercanía con alguien) y al que no le regalas más de tres palabras. Es que depende, me dijo el francés. Depende de cómo te la pregunte. Sí, pero ¿si le contesto y no me sigue? Si te la hacen es para que tú la contestes como quieras, siguió argumentando. Tú responde, y ellos dependiendo de cómo contestes, pues ya te contestan. Terminó diciendo.

Aun así, yo aún tenía para más reflexión, porque ¿por qué hacían esa pregunta? ¿Estaban obligados por la empresa? ¿Por la cultura? ¿Se sentían mal si alguien no les contestaba? ¿si alguien les contestaba con demasiada información o por el contrario con poca? Me di cuenta de que todo esto me lo preguntaba porque a lo mejor en mi cultura esta pregunta obliga a más que aquí y te pone más en un aprieto; También es verdad que esta pregunta no vendría dada por alguien que solo se limita a pasarte los yogures por el lector de códigos y decirte si vas a pagar en efectivo o con tarjeta.

Después de estar cuatro meses en una habitación delante de un ordenador una media de 15 horas al día, creedme que el eyquétalcómovatodo era algo que necesitaba más que el café que necesita el australiano por la mañana.

Me lo encontré en uno de los pasillos, mientras yo me decidía por almendras o anacardos y él cruzaba con un carro lleno de bebidas que colocar en el pasillo contiguo. Lo saludé como quien saluda a un amigo que hace tiempo que no ve, pero su madre está al lado y no sabe si debe acercarse o no. Mis ojos expresaron un gran saludo pero mi boca solo pudo decir un “ey” bastante soso. Ya me vale. Él respondió con una gran sonrisa y ese howareyou que me sonó a gloria.

Llegué directa a su caja, sin dudarlo, y tras dejar pasar a un chico que solo llevaba dos cosas y no quería ver cómo se agobiaba al verme que dedicaba más tiempo a intentar colocar toda la fruta de forma que no tocara la cinta, le saludé con una sonrisa un poco más generosa que la primera y él, después de sonreír y preguntar el esperado eyquétalcómovatodo, yo contestarle con un “muybiengraciasytú” me dijo si podía mirar mi bolsa. Llevaba una bolsa grande de tela donde pongo otras bolsas para meter la compra. Me acerqué a la ventanilla de plástico que habían instalado y le dejé mirar mis bolsas, ambos manteniendo la sonrisa.

En este punto ya estaba completamente perdida. ¿Qué significa esta pregunta, entonces? Me dio, como podéis ver, para llegar hasta vosotros con esta gran duda, porque no hace falta que me digáis que no puedes considerar a un cajero como tu amigo, pero imagino que, en un pueblo, si el cajero te pregunta y te pregunta, podrías acabar contándole incluso algún secreto o queja familiar. No sé. Solo estoy pensando con palabras. Podría ser que, aquí la amistad es un poco esto, ser capaces de estar bien, hablar y tener ganas de hablar pero al mismo tiempo poder recriminar cosas sin que ello interfiera en la relación. Este chico siguió pesándome los tomates con la misma delicadeza de siempre y siguió deseándome un feliz día. Yo no tanto. A mí me había dolido. Intenté irme sin que se notara mi confusión y choque cultural y me dio para pensar todo el recorrido de camino a casa.

Preguntar para esperar escuchar siempre lo mismo. Todo está bien, gracias. No preguntar y parecer poco educado, pero si alguien responde con más de lo esperado, sentirse incómodo y tener la necesidad de no escuchar, mirar o dirigir tu atención a otra cosa como el móvil o la superficialidad de la siguiente pregunta que vas a hacer.

Ya me ocurrió en Ghana, cuando tras mi primer “¿Cómo estás” yo responder todo lo que me había ocurrido y darme cuenta de que la persona ya se había dado la vuelta. Aquí no se la dan, quiero pensar, pero no están presentes. Lo están, pero no de la forma que pide esta pregunta en mi lengua y cultura.

Yo estoy aprendiendo. Ahora todo está bien. Evito detalles, largas explicaciones o anécdotas, que tanto nos gustan a los españoles para romper el hielo en una conversación. Intento no hablar para informar de que estoy presente y que reconozco la presencia del otro. A veces me cuesta y me veo como a mi padre cuando quiere hacernos sentir lo mismo, que está ahí y que nos ve, en caso de que lo necesitemos.  

Supongo que esto tiene efectos como el estar incomunicado, porque interactuar sin expresar creo que no tiene mucho sentido. Todo está bien. No puedes expresar lo que sientes. Todo se queda en la superficie. Si expresas más, estás yendo demasiado lejos.

Así que, para terminar, hoy, después de tantos meses sin estar por aquí, os quiero preguntar a la española: ¿Cómo estáis? ¿Cómo va todo?

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