jueves, 13 de octubre de 2016

COMO PEZ EN EL AGUA


Bueno, bueno, bueno. Ya ha pasado poco más de un mes desde que llegué y debo decir que estoy muy muy muy feliz de estar aquí.

El primer mes he estado ubicándome con todo, haciendo papeleo burocrático y haciéndome a la ciudad, el trabajo, la casa y al clima. Desde que llegué lo he hecho pero sobre todo es ahora que empiezo a estar completamente activa y parezco la misma Ruth que en el pueblo, sólo que un poco más lejos.

Todos los viernes y sábados hay conciertos, teatros o espectáculos en la Alianza francesa, el instituto Cervantes de Francia. Es un punto de referencia a nivel cultural en toda la ciudad. Me he hecho socia y así las actividades que haga me salen más baratas y tengo descuento cada vez que vaya a algún espectáculo cultural. Además, hay otros centros que también ofrecen actividades y de momento la verdad es que he ido a actividades de todo tipo: teatros, debates, festivales de comida, festivales de cine.

Un viernes fui a una galería de arte local donde hacían unas obras de teatro sobre las próximas elecciones en noviembre y al finalizar hubo un debate entre los espectadores y actores que me gustó mucho porque pude escuchar de primera mano la opinión que los ghaneses tienen sobre la política y la situación actual del país. En algún concierto al que he ido también he podido escuchar las críticas al sistema y las necesidades que los africanos vienen reclamando desde hace mucho tiempo.

Me he apuntado a danza africana y empecé esta semana pero tengo que reconocer que me cuesta moverme sin sentir cada milímetro de la enorme agujera que tengo desde la cabeza hasta los pies.

Yoga probé con una chica encantadora en una terraza de una casa y me encantó pero he encontrado que en la Universidad también hay y podría también hacer salsa. De momento el cansancio y el papeleo no me ha dejado hacer más de una actividad de deporte por semana pero espero poco a poco ir cogiendo el ritmo ;).

El calor que está empezando a apretar hace que no puedas hacer todo lo que quisieras. Dentro de la universidad hay un servicio de taxis. Lo he utilizado ya un par de veces porque hay días en los que simplemente o coges un taxi o sientes que en unos segundos podrías explotar como una cucaracha.

Voy a intentar ir a ruso. Mi amigo Yuri da clases y la semana pasada fui a una de sus clases. Poco a poco se va llenando el horario de cosas y me encanta. Quería hacer alemán en el Goethe Institut o francés en la Alianza pero aparte de que no tienen cursos de niveles intermedios, no quiero llenarme de cualquier cosa sin pensar. Hablando de idiomas, pregunté por cursos de twi, el idioma local más hablado en el país, pero me pedían 100 dólares por un semestre que ya ha empezado. Un amigo me ha empezado a enseñar. No sabéis lo que valoran los alumnos que intentes hablar su idioma, que quieras ver el mundo a través de sus palabras. En ello estamos.

En cuanto a la alimentación tengo que decir que estoy muy contenta con todo lo que se puede encontrar aquí. A nivel local hay prácticamente de todo e incluso he encontrado un puesto en la Universidad de cosas ecológicas. Todo se cultiva en una zona de la Universidad, incluso huevos, y al estar subvencionado por el Gobierno sale más barato que en el mercadillo de dentro de la misma uni.

Siempre que como fuera como pescado sin problema e incluso en la misma Universidad hay un sitio que lo puedes comprar ya hecho por piezas y de vez en cuando está muy bien. Venden pescado fresco en un supermercado en dirección al centro (Max Mart) pero hay que ver si compensa ir media hora en trotro y pagar un precio más elevado de lo normal.

Productos locales que estoy consumiendo: yam (la patata local de aquí), que en forma de tubérculo gigante, puede cocinarse como una patata aunque queda más dulce y basta (aquí a los móviles “ladrillo” enormes les llaman “yam”); el fruto del baobab, para dar un poco de energía por la mañana, jengibre, mermelada de cacahuete, aunque creo que tengo que empezar a reconocer que no me sienta muy bien…, papaya, piña, coco, aguacate, setas (se pueden compran en la calle a las personas que venden en los semáforos, riquísimas) o plantain, que es plátano local frito riquísimo, en formato patata frita que en los semáforos eternos te alegra la espera. Los desayunos tropicales que me hago es uno de los mejores momentos del día.

Por la universidad hay mujeres vendiendo fruta, cacahuetes, bebidas, galletas y el otro día que no me dio tiempo ni a pasar por casa a comer, así que compré los mini plátanos locales, una papaya que me peló y troceó la mujer y un par de bolsas de cacahuetes. Encantada de la vida. Ahora sí, la cena que me hice como si vinieran 6 personas a casa…
Al tener mucho tiempo de espera mientras vas de un sitio a otro, no puedo evitar mirar por la ventana y reflexionar mucho sobre el paisaje que me acoge desde que llegué. La vida para una persona de aquí, ni hablar de los que vienen de zonas rurales más pobres u otros países, es dura y se hace, la mayoría de las veces, insufrible. El clima hace que todo se ralentice, hasta la sangre que corre por nuestras venas, y el mundo tenga que ir más lento, arrastrándose por un suelo que abrasa y ni se inmuta si te caes al suelo.

No hay aceras, tú eliges: tierra salvaje donde más vale que no levantes la mirada del suelo si no quieres acabar con el pie torcido o dentro de un agujero, o asfalto sin arcén a 40ºC, sin sombra alguna y con los coches pasando a medio metro de distancia. Sin darme nunca cuenta, acabo andando por la carretera, porque aunque parezca que haga más calor, al ser el suelo llano avanzas más rápido. Si decides la segunda opción, la zona de los tobillos, como si alguien la hubiera arañado con un cuchillo, arde de forma intermitente y hace tan sólo unos días que he descubierto por qué: todo el humo de los tubos de escape se acerca a esa altura de tu cuerpo.

No hay aceras, no hay sitio para carricoches, sillas de ruedas o patinetes. Las mujeres, con el más pequeño de los hijos a sus espaldas, dejan que el o los mayores vayan solos delante de ella y con sus manos cargadas de bolsas, sostienen sobre sus cabezas muchas veces también un cuenco enorme que nunca va vacío. Las frentes de estas madres o de los vendedores que cargan de la misma forma quedan arrugadas todo el día por el peso sobre sus cabezas. Me pregunto si mi gran arruga en la frente viene de mi anterior vida como negra, de la que estoy ya prácticamente segura.

La vida aquí no es cómoda, pesa, hace que los pies se arrastren, que la mirada se pierda en el infinito, que el alma y la mente decidan quedar pendidas sobre la incertidumbre y la espera. Aquí no puede haber prisa, el sol y la humedad te lo impiden. Moverte de un sitio a otro puede ser agotador y asumir que puede ser que ese día no vayas a conseguir ni uno de los objetivos que habías planeado la noche anterior, para un occidental, resulta incómodo, a veces incomprensible.

Hay que fundirse, dejarse llevar por un viento caliente que te permite cerrar un poco los ojos y relajarte, caminando más y más lento. Una tarea al día y si no se puede hacer no pasa nada. Mañana será otro día. Poco se puede organizar donde no hay oportunidades de vivir un presente decente, donde la ciudad, agresiva y demoledora, lanza a la gente a la calle una vez el botón del sol está encendido. No hay opciones, camina o si piensas un poco, siéntate, túmbate a esperar a que alguien te compre algo, que pase el bus o el encargado de la oficina te quiera atender. No depende de ti. Y lo que no depende de ti no vas a poder ni acelerarlo ni cambiarlo. Ríndete al tiempo, a la espera eterna del que no tiene nada que perder porque nunca tuvo nada.

Como mi móvil no hace fotos decentes y la cámara siempre la llevo, apenas tengo fotos mías pero os dejo algunas para que veáis lo bien y feliz que estoy. Como ya me ha dicho alguien: aquí brillo.







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegra infinito verte tan feliz. Disfruta del presente y saborea cada momento. Bsts, Nieves

Ruthiki dijo...

Me encantaría que estuvieras aquí. Intento plasmar todo lo que vivo porque sé que lo estás viviendo como si estuvieras aquí. Cuando veo los niños de aquí siempre pienso en Claudia y en lo feliz que estaría entre ellos.